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7 de marzo de 2018

¿Quién y por qué hace huelga el 8M?


Mañana, 8 de marzo, tendrá lugar la huelga feminista internacional y para aportar mi granito de arena a una causa más que justa y justificada, analizaremos las ideas fuerza que encontramos en el manifiesto publicado en Catalunya que podéis leer y descargar aquí.

En primer lugar, inmediatamente después de la convocatoria a dicha huelga, encontramos una suerte de aliciente o argumento para participar en la lucha feminista que cristaliza (entre otras muchas cosas) en la huelga. En él se nos sitúa en el deber de luchar por los derechos y la igualdad de la mujer ya que formamos parte de un engranaje, lo hicieron millones de mujeres en el pasado, debemos hacerlo ahora nosotras en el presente y lo harán las que hereden nuestra lucha en un futuro.

Por otro lado, los referentes de mujeres feministas no son ambiguos, las que lucharon en la Guerra Civil por la República, las que lo hicieron contra el colonialismo y el imperialismo, etc. Por estos detalles (necesarios) Inés Arrimadas decía en El Objetivo de Anita Pástor que no puede asumir los planteamientos de muchas convocatorias para el día de mañana.

El manifiesto sigue apelando a la sororidad como base para el avance en la justicia social, algo que incluso antes de la huelga, aunque con margen de mejora, ya parecen haber logrado.

Tras esto, es necesario identificar quiénes son las personas que deben secundar la huelga y en lo hacen de forma intachable, las mujeres son TODAS (ir al manifiesto para más detalle), algo fundamental que desarrollamos en Sexo: ¿Biológico o cultural? anteriormente.

Una vez introducido, pasamos a las demandas, exigencias o denuncias. Dado que el manifiesto me parece algo anárquico en su estructura, procedo a agrupar los puntos en los tres aspectos de la huelga, tres temáticas que afectan directamente en las mujeres y un último apartado donde recogeremos elementos fundamentales que no tienen cabida en los anteriores:

Huelga de cuidados

Los argumentos que sustentan esta vertiente de la huelga son, en primer lugar, que la simbiosis homogénea que forman el patriarcado y el sistema capitalista se alimentan de la gratuidad del trabajo de cuidados en base a la explotación total y completa de las mujeres. Se las educa para cuidar y lo hacen desde niñas hasta, prácticamente, el día de su muerte.

Y en segundo lugar, la infravalorada pensión resultante de décadas de trabajo no remunerado en el hogar que las aboca a la pobreza en su vejez. Se exige la ratificación del convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en la que se regula el trabajo doméstico.

Huelga laboral

Se llama a la huelga laboral, además de por las pensiones que acabamos de mencionar, por la discriminación que sufren las mujeres por la maternidad o tener personas a cargo, por el techo de cristal, por la brecha salarial y por no poder conciliar la vida social o familiar con la vida laboral.

Por otro lado, el manifiesto también recoge la voluntad de regularizar las mal llamadas "trabajadoras sexuales", punto que trataremos más adelante.

Huelga de consumo

En este sentido la problemática es clara, se invita a las mujeres a no consumir puesto que son ellas las víctimas de la cosificación, hipersexualización y el reclamo publicitario.

Violencia machista

Dos elementos son los esenciales de esta problemática, la justicia evidentemente patriarcal, las mujeres son tratadas sustancialmente de forma despreciativa y minusvalorativa (véase el infierno que supone denunciar una agresión machista); y la LGTBIfobia, fenómeno que se da desde la educación afectivo-sexual y que degenera en agresiones en las propias aulas.

La demanda concreta que se exige en este caso es un Pacto de Estado suficiente (a diferencia del actual) en medidas y presupuestos para evitar un mal semejante.

Educación

Desde el movimiento feminista se reclama un cambio radical en la enseñanza del estado español. Se necesita una educación laica, sexualmente diversa, feminista y sacando de ese segundo plano las mujeres referentes en la historia de la humanidad.

Además, se demanda más presupuesto dedicado a becas, para pretender una educación realmente universal, y se oponen frontalmente a la financiación pública para centros concertados y del Opus Dei donde segregan por sexo.

Racismo

Acabar con las políticas migratorias, así como con la Ley de Estrangerías y la barbarie que suponen los CIEs. Todas estas herramientas del sistema opresor perjudican en mayor medida a las mujeres.

Otras demandas

Junto con las ya mencionadas, también se mencionan la voluntad de despatologizar la vida de la mujer, la total despenalización del aborto, lde separar realmente la Iglesia del Estado, acabar con la corrupción y con la aplicación del artículo 155.

Asímismo señalan que la feminización de la pobreza, la principal causa de pobreza la representa ser mujer.



Dicho esto, me parece necesario exponer algunas discrepancias con el que es un gran manifiesto. Si bien estoy de acuerdo con el 80% o 90% del mismo, se me hacen evidentes la inadecuación de 5 argumentos.

Sintiéndolo mucho por discrepar con las siempre a la altura Candidaturas de Unidad Popular (CUP), no veo clara la relación directa que establecen entre la lucha independentista y la lucha feminista, del modo que se plantea, el feminismo necesita de la independencia, por lo tanto, está supeditada. Sin embargo, la consecución del feminismo acercaría la independencia deseada por el colectivo político, y no al contrario.

La prostitución, un tema polémico tanto dentro como fuera del movimiento feminista, me parece desafortunadamente enfocado. La regularización de la prostitución no es un objetivo a perseguir, puesto que la opresión de la necesidad económica a llevarla a cabo, el infierno de la trata de personas, el proxenetismo y el abuso de menores no cesan con dicha medida. La posición ante la prostitución debe ser abolicionista, precisamente si lo que se busca es la reparación de los daños y desigualdades a los que las mujeres están sometidas en un sistema patriarcal capitalista.

En tercer lugar, sumaré dos denuncias que, aunque válidas, me parecen redundantes por ser producto de un mal original, es decir, tratan de limpiar la sangre en lugar de cerrar la herida. Estas son la exigencia de acabar con la corrupción y la demanda del aumento del presupuesto para becas; si estos dos elementos afectan más a las mujeres es porque tienen que asumir el trabajo de cuidados, por lo tanto, la lucha contra la corrupción y las becas no son una causa originalmente feminista, a no ser que la voluntad sea ver mujeres corruptas en la misma medida que vemos hombres.

Por último, es un error alejarse del feminismo de clase (el feminismo real) para coquetear con el feminismo liberal, mucho más de moda pero envenenado de alienación neoliberal inexorablemente machista. He identificado este patrón de comportamiento en la malinterpretada feminización de la pobreza. Es cierto que ser mujer supone una desventaja comparativa notable, no obstante, la principal causa de ser pobre es haber nacido pobre. Incorporar el conflicto de clase es fundamental para un movimiento crítico con la desigualdad y la injusticia social.

31 de enero de 2018

Sexo: ¿Biológico o cultural?


Tiempo estimado de lectura: 10 minutos

El sexo, el género, binario o no binario, fluido, etc., tras el auge de luchas como la feminista o por la libertad sexual, muchas han sido las realidades de este tipo que se han puesto sobre la mesa. En esta ocasión nos acogeremos al hilo del sexo para tirar de él y descubrir como se conecta con el resto de conceptos.

La distinción dicotómica del sexo en cuanto a un elemento cultural o biológico, suscita grandes cuestiones. A lo largo de la historia no ha sido tarea simple el hecho de poder determinar la sexualidad del individuo, y más aún en épocas contemporáneas, donde podemos encontrar mayores registros de casos complejos. El objetivo de este artículo es tratar la cuestión referente a si el sexo es un elemento determinado biológicamente o es una construcción social o cultural. 

¿Qué es el sexo biológico?


Desde el punto de vista de la biología, existen diferentes maneras de categorizar a un individuo según su sexo. Se pueden clasificar por cuestiones cromosómicas o genéticas, y por parámetros genitales. Mientras que a nivel genético es imposible que exista una modificación espontanea de los gametos, a nivel genital existen y se realizan intervenciones de extracción en casos de hermafroditismo, y modificación en transexualismo.

A priori, el sexo biológico es determinado al nacer casi por azar, tan solo puede existir una selección en una fecundación in vitro, en la cual podemos elegir el sexo del individuo descendiente.

Según el estudio de J. de Juan Herrero y de R. M. Pérez Cañaveras, podemos decir que “se denomina sexo al conjunto de características biológicas de un organismo que permiten diferenciarlo como portador de uno u otro tipo de células reproductoras o gametos (óvulos o espermatozoides), o de ambos (organismos hermafroditas). Entre los organismos animales existen dos grandes variedades atendiendo al origen de sus gametos: a) organismos gonocóricos (con dos tipos de individuos, atendiendo a sus gametos y características sexuales). En ellos podemos hablar de dos sexos, uno portador de los gametos masculinos y otro portador de los gametos femeninos, y b) organismos hermafroditas que son portadores de ambos gametos y por lo tanto de ambos sexos (hermafroditas verdaderos o sincrónicos)”

En cuestiones cromosómicas relacionadas, existen dos estructuras en el ser humano. Primero tenemos la pareja homogametica XX que pertenece al sexo femenino, mientras que en el sexo masculino existe un gameto X y un gameto Y. En los casos de intersexualidad, existen cinco tipos diferentes de configuración de gametos: intersexualidad 46 (XX), intersexualidad 46 (XY), intersexualidad 45 (XO), intersexualidad 47 (XXY) y por ultimo intersexualidad 47 (XXX).

En el caso de la distinción sexual según sus genitales, parece acertado citar a Anne Fausto-Sterling y su artículo "The Five Sexes: Why male and female are not enough". De este escrito podemos extraer lo que se consideran cinco sexos biológicos diferentes, teniendo al hombre y la mujer por los extremos, pasando por tres clases más de distinción sexual. Fausto-Sterling apela al concepto de intersexo o intersexual, para denominar a aquellos individuos que presentan hermafroditismo, que se encuentran en el medio de esta cadena de distinción sexual. 

Genitalmente el hombre presenta pene y testículos, y la mujer vagina y ovarios. Pero al hacer referencia a los hermafroditas, hay tres subgrupos aglutinados bajo el mismo rotulo. En primer lugar están los herms (hermafroditas "verdaderos") que presentan un testículo y un ovario. En segundo lugar los ferms (pseudohermafroditas femeninos) que tienen ovarios y algunos aspectos de los genitales masculinos, pero carecen de testículos. Y por último, los merms (pseudohermafroditas masculinos) que poseen testículos y aspectos de genitales femeninos, pero no tienen ovarios.

La modificación genital, en neonatos hermafroditas, responde a diferentes procesos de identificación sexual por parte de la medicina. La anatomía o la morfología genital será el marcador primero y principal para decidir el sexo futuro del recién nacido (Gregori Flor; 2006). La asignación responde a criterios de medidas de los genitales; es medicamente aceptable, para un neonato, un clítoris comprendido entre los 2 y 9 mm, mientras que en el caso de los penes será entre 2,5 y 4,5 cm (Kessler; 1998).

Definir el sexo de una persona hermafrodita responde a la necesidad impuesta culturalmente, como trataremos a continuación, en las sociedades occidentales entre otras, de pertenecer a alguno de las dos alternativas de la dicotomía sexual.

¿Qué es el sexo cultural?


En términos culturales usualmente el sexo está ligado a dos vertientes: sexualidad y género. Según Ó. Guasch y R. Osborne, la sexualidad es el cruce de la naturaleza con la estructura social. La sexualidad es un producto social. La expresión sexualidad humana es redundante ya que no es presocial ni está determinada por imperativos biológicos sino que responde a condicionamientos sociales. La sexualidad va más allá de la reproducción, ya que se ocupa tanto de gestionar la demografía de los grupos humanos como de mantener el orden social que los sostiene. 

Por otra parte, Judith Butler en El género en disputa sostiene, ante la clásica distinción entre sexo (biológico) y género (constructo social que encuentra sus límites en el sexo), que realmente dicha distinción carece de sentido, puesto que el sexo biológico es una suerte de relato ideológico sostenido por el discurso científico (en absoluto carente de intereses) y naturalizado para sacarlo del debate donde sí se discutiría el concepto de género. En la crítica de Butler, encontramos la discrepancia con la idea de que existan hombres y mujeres antes incluso de llegar a serlo socialmente, esto es, el sexo pre-discursivo y pre-sujeto.

En El segundo sexo, Simone de Beauvoir apunta que "no se nace mujer, sino que se llega a serlo", es decir, que no es el sexo biológico lo que te hace mujer, sino la obligación cultural en forma de género; por lo tanto, una mujer puede ser de sexo biológico no-femenino. Si para definir el sexo empleamos conceptos previamente cargados de ideología, no será posible, entonces, que dicho sexo sea pre-discursivo. No es que los pechos, el pene o la vagina sean una construcción social, como muchos han malinterpretado en Butler, sino que los significantes (las palabras) no representan a los significados (el cuerpo) de forma neutral, han sido construidos dentro de un paradigma de género y sexual binario.

Además de obedecer a un sistema injusto, las categorías sexuales o de género se presentan incapaces de incluir el fenómeno del sexo fluido o género fluido, puesto que tan solo funcionan con parámetros fijos (e inamovibles en la mayoría de casos). La referencia a Lacan es inevitable, para el pensador francés las imágenes mentales (asociadas a palabras) y especialmente las palabras limitan infinitamente la esencia de las cosas, no obstante, asumimos esa limitación para beneficiarnos de su operabilidad, porque son "útiles". No obstante ¿qué ocurre cuando la palabra no define la esencia? ¿qué pasa si la palabra hombre es la que me define para los demás, pero lo que yo siento no corresponde con lo que representa la palabra hombre, sino con la palabra mujer o con ninguna de las dos (género ambiguo)? Lamentablemente el como yo me sienta (identidad imaginaria) estará siempre supeditado al yo para los demás (identidad real), puesto que por mucho que yo me sienta rey, si no lo soy para el resto, no soy un rey, sino un loco, como bien dice Zizek.



A la relación que presentan el sexo y el género (en caso de ser cosas distintas) se le sumará la sexualidad y/o el deseo. Aunque en los últimos años en algunos lugares es menos frecuente, encontramos en el imaginario colectivo una relación de coherencia entre dichas características, es decir, se piensa coherente que alguien de sexo biológico masculino, sea hombre y heterosexual; en cualquier caso, más coherente que alguien de sexo femenino que sea hombre y le atraigan los hombres. Esta supuesta coherencia que incita casi a deducir de un elemento el siguiente, es tan solo herencia cultural, un rasgo inculcado.

Y para rizar el rizo, Butler apoyándose en la idea nietzscheana de sujeto y predicado, en la cual el individuo no es quien es, sino lo que hace; extrapola el concepto asumiendo el género como performance. El género es la acción, no el sujeto. Un individuo es hombre  o mujer cuando se comporta como tal; si para Simone de Beauvoir la mujer no nace, se hace; para Judith Butler la mujer es quien hace como mujer.

Escrito con G. Altamirano
Licenciado en Sociología y Maestría en Análisis Político y Asesoría Institucional por la Universitat de Barcelona, Colaborador del Grup de Recerca de Estudis Locals (GREL).

5 de enero de 2018

Pseudofeminismo en Vueling



Tiempo estimado de lectura: 10 minutos

Hace un par de días cogí un vuelo de vuelta a Barcelona y esperando a que despegara pude entrever como una mujer sentada delante de mí ojeaba un magazine que Vueling ofrecía entre el catálogo de comida a precio de oro y la bolsita de vomitar. Se paró unos segundos en un artículo de Yorokobu aparentemente feminista por su título e ilustración, no es habitual encontrar algo así en medios generalistas por lo que mi curiosidad, junto con el cabreo de leer las primeras páginas de Fidel Castro: Patria y Muerte (donde tardaban menos de 8 líneas en llamarlo dictador), me empujaron a leerlo y analizarlo desde una cierta desconfianza. Parece que no me equivocaba y al llegar decidí reproducirlo añadiendo algunos apuntes que me suscitaba al leerlo.

Por qué muchos hombres no hablan de la discriminación de la mujer en el trabajo

Por Gonzalo Toca
Muchos [cuantifica muchos ¿parece razonable decir la absoluta mayoría, no?] hombres guardan silencio cuando llega el momento de discutir o denunciar si sus compañeras están siendo discriminadas [¿las discrimina un ente abstracto o son jefes, legisladores e incluso los mismos compañeros HOMBRES?], si les pagan menos o si las tratan con condescendencia por el mero hecho de ser mujeres. Se equivocan, pero es perfectamente normal que se equivoquen [normal en términos estadísticos sí, como hemos dicho serán la mayoría, pero en ningún caso normalidad como aceptable]. Hay que discutirlo con ellos; no despreciarlos [un hombre usando imperativos hacia mujeres sobre cómo DEBEN tratar a los hombres (pensaba que el artículo trataba sobre la injusticia que sufren las mujeres, no los hombres)].
Los hombres, igual que ellas, tenemos una costumbre adquirida [es adquirida, o inculcada si quieres, pero tampoco en este caso el artífice es indefinido, la socialización donde tiene lugar esa adquisición de valores machistas se da desde la familia, los medios de comunicación, las series, las películas, las canciones, la publicidad, la escuela, etc.] desde que somos niños: sentimos que hay cosas, temas y hasta tonos que afectan exclusivamente a las mujeres y otros que nos afectan exclusivamente a nosotros. Existe un muro invisible de silencio, realidad —y a veces egoísmo insolidario [callar ante una injusticia de la que te beneficias no creo que pueda dejar de ser egoísta e insolidario nunca]entre los sexos [se puede concretar más, no es entre sexos, es de los hombres hacia las mujeres]. Por eso, muchos hombres, cuando leen o escuchan la expresión ‘discriminación por sexo’ [machismo se llama], asumen que eso es algo que o sólo les ocurre a sus compañeras o sólo lo perpetran un puñado de marginados, dinosaurios y mediocres que no saben competir [acuérdate, Gonzalo, que el machismo no es cuestión de competencia laboral y productividad] con quien les supera. No es machismo, se dicen, es envidia.

Motivo l: no identifican el machismo

Como ellos no se sienten ni incompetentes, ni envidiosos ni dinosaurios (estas expresiones delatan que sí están dispuestos a discriminar aunque sólo sea por edad) [joder, que manga ancha tiene con el sexo y qué poca con la edad], creen que la cosa no va con ellos. Olvidan una triste realidad: la sociedad [con “la sociedad” se refiere a todo el que no sea feminista (es decir, que luche contra esa opresión), y el que no es feminista es machista, la neutralidad no es una opción; ergo son L@S MACHISTAS quien] tolera y a veces alienta que muchas mujeres escuchen comentarios sexuales [¿qué porcentaje de dichos comentarios salen de boca de mujeres? #JustSaying] fuera de lugar en la oficina, que sientan miedo e inseguridad al asumir determinados retos y pedir aumentos salariales y que cobren menos que los hombres por desempeñar el mismo trabajo [o lo que es lo mismo, que los hombres cobren más por desempeñar el mismo trabajo; el privilegio es la otra cara de la discriminación, es un juego de suma cero].
Los estudios muestran que cuando la productividad es difícil de calcular (por ejemplo, en el sector servicios), las empresas y los jefes asumen que una mujer es menos productiva y valiosa que un hombre. ¿Es necesario que ataquen a nuestras parejas, madres o hijas para romper nuestro muro de silencio?
Otro motivo por el que muchos hombres se callan es que albergan dudas sobre los argumentos de una minoría de feministas vociferantes y extremas [¿ha dicho feminazi? Gracias Gonzalo por conocer el verdadero feminismo y dirimir quién forma parte del buen feminismo y quién del malo] y porque temen que estas los acusen de machistas o acabar una discusión con gritos e insultos.

Motivo ll: miedo a las feminazis

Al igual que muchas mujeres [la igualdad llega con el análisis de “la sociedad” y concluir que lo del patriarcado es un cuento chino], no creen que la sociedad sea simple [las feministas sí creemos que lo sea, al parecer] y rotundamente patriarcal, que los hombres —dentro y fuera de las empresas— las vean siempre [si no es SIEMPRE y “HASTA EN LOS MÁS MÍNIMOS DETALLES” no supone un problema] con superioridad, condescendencia y como objetos, que todos los varones y muchas mujeres sean fundamentalmente machistas hasta en los más mínimos detalles y que eso les quite a los hombres cualquier derecho a hablar del bienestar que desearían para las mujeres [la opresión no viene dada, la ejerce y legitima un sexo sobre el otro, no hables del, lucha por el bienestar que desearías]. Así es como muchos varones y algunas mujeres menores de 45 años han empezado a depositar cualquier argumento feminista en el baúl de las locuras apocalípticas [al lado del cajón de las locuras utópicas como el marxismo].
Estos hombres olvidan un punto fundamental: el hembrismo no es lo mismo que el feminismo [BIEN], el feminismo no es lo mismo que ser mujer [BF, SEGÚN SE MIRE] y no hablar de lo que creemos que es bueno para las mujeres sin tenerlas en cuenta (es decir, como déspotas ilustrados) no es lo mismo que no animarlas a ser mejores después de escucharlas [NO SÉ A QUÉ MIERDA SE REFIERE CON SER MEJORES (COMO SI FUERA LA IMPERFECCIÓN DE ELLAS EL PROBLEMA) PERO NO PINTA BIEN]. Muchas feministas y mujeres que no lo son agradecen esto último y reclaman puramente la igualdad [¿"las mujeres que no lo son", es decir, las machistas también “reclaman puramente la igualdad”?] y se sienten ofendidas cuando escuchan desprecios contra los varones por el mero hecho de ser varones. Es verdad que a veces los ofenden porque les hiere su indolencia y que ellas también deberían mostrarse más comprensivas [ya está aflorando el verdadero problema, las mujeres oprimen a los hombres al no tolerar que los hombres las opriman].

Es justo y peligroso

Otro motivo por el que muchos hombres guardan silencio es que sienten que exteriorizar preocupaciones por la discriminación de la mujer en la oficina es inútil, peligroso, inadecuado o forma parte del típico comportamiento de un colectivo [no sé de qué colectivo habla pero tiene que ser uno ajeno a los hombres por lo que dice, tampoco esto pinta bien] que presume de lo que, en el fondo, seguro que carece.

Motivo lll: legitimar la opresión con tu silencio provoca el mismo resultado que mostrar tolerancia cero, y no solo eso, sino que a la postre acabarán sufriendo ellos la discriminación (aunque infinitamente menor que las mujeres, callen éstas o no) y callan también porque no hacerlo es típico del colectivo ese raruno al que no quieren parecerse

Lo ven inútil porque una empresa machista no va a cambiar porque ellos se opongan. Lo ven peligroso porque no sólo no va a cambiar, sino que pueden sufrir las consecuencias de denunciar lo que nadie quiere oír. Lo ven inadecuado porque no tiene sentido hablar de política en el trabajo y el feminismo y la igualdad, creen ellos, son política. Y lo ven un ejercicio de postureo porque asumen que las expresiones ‘estamos embarazados’, ‘todos y todas’ o ‘como padre, me encanta cambiar los pañales de mis hijos’ no van acompañadas de hechos como pedir un permiso de paternidad en condiciones o una jornada reducida e intensiva. Es, según ellos, pura hipocresía a la moda [el patriarcado no existe pero las empresas son machistas (como si fueran un actor independiente y ajeno a todo, una manzana podrida que no afecta al resto) y la lucha feminista es una moda (algo rara, porque el machismo, aunque ampliamente extendido, no constituye una moda, pero esta lucha minoritaria de la que Gonzalo saca a las feminazis haciéndola más minoritaria si cabe, sí lo es)].
El último argumento por el que muchos hombres no hablan de la discriminación de las mujeres en el trabajo es que asumen que la discriminación salarial es algo que las mujeres tienen que aceptar cuando deciden ser madres y dedicarse más a su familia que a la oficina. Les parece un trato justo para los hombres y las mujeres que renuncian a tener familia o que optan por pasar cada vez más tiempo en la oficina y cada vez menos en el hogar. En el fondo, afirman, todo es cuestión de implicación y productividad. Cuanto más te implicas y más productivo eres, más cobras y más te tienen en cuenta. [Pues al final se ha olvidado de que el machismo no es cuestión de productividad y competencia laboral. No entramos en la doble jornada laboral y demás porque no salimos de ahí, pero menudo hilo del que tirar].

Motivo lV: No identifican el machismo (¿otra vez?)

La realidad, sin embargo, es que un estudio de la Reserva Federal de San Luis muestra que las madres que ocupan durante años empleos estables, flexibles, cualificados y donde la productividad es fácil de determinar como el de las profesoras e investigadoras universitarias son, a largo plazo, más productivas que las que no tienen hijos aunque lo sean menos cuando estos son muy pequeños. [No solo se le ha olvidado, sino que afronta la competencia laboral como disputa entre la MUJER con hijos y la MUJER sin hijos (los hombres no tienen de eso, según parece)].
Deberíamos pensar que la desigualdad salarial entre hombres y mujeres tiene que ver (y mucho) con la calidad de nuestros empleos, la temporalidad y la capacidad de medir nuestra verdadera productividad frente a los prejuicios machistas. También tendríamos que recordar que las mujeres cualificadas no sólo comparten más tareas familiares con los hombres sino que, cuando no lo hacen, disponen normalmente de un servicio doméstico. Decir que todas o la mayoría de las mujeres cobran menos porque prefieren cobrar menos es falso [¿Tú también te has dado cuenta, no Sherlock?].
Los motivos por los que muchos hombres callan ante la discriminación de la mujer en el trabajo, como decíamos, son razonables [¡Menuda sorpresa! cuando al principio decía “normal” no se refería a estadísticamente sino a lógico, aceptable y congruente]. En vez de ningunearlos [pobres hombres, la verdadera victima del machismo], deberíamos darles la importancia que merecen, discutirlos y refutarlos. No podemos combatir el desprecio y la ignorancia sobre las capacidades y la dignidad de la mujer [tampoco se le ve mucha voluntad] despreciando e ignorando la capacidad de millones de hombres para guardar silencio. [La dignidad de LA MUJER (sea una, dos o un trillón suena a pocas) < la capacidad de MILLONES DE HOMBRES (al principio eran solo “muchos”, no sabía cuantificarlo porque hacían algo malo, ahora que son víctimas del desprecio son millones, a saber cuántos...)].
En suma, muchos hombres no hablan de la discriminación de la mujer en el trabajo porque no la ven, ya que como Ramón de Campoamor escribió "en el mundo traidor no hay verdad ni mentira, todo es según el color del cristal con que se mira" y si el color es machista dicha discriminación resulta invisible. Eso explicaría porque le temen al feminismo, porque pretende acabar con el sistema de privilegios sobre el que se sustentan, y luchan contra él criminalizándolo (feminazis) y ridiculizándolo (moda). Más allá de lo escrito por Gonzalo Toca, hay que estar bien alerta con todo intento de enmarcar un conflicto como es en este caso el de género, especialmente si se trata de uno con apariencia progresista pues no erraba Marx al sostener que "nuestra tarea es la crítica despiadada, y mucho más contra aparentes amigos que contra enemigos abiertos"