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31 de enero de 2018

Sexo: ¿Biológico o cultural?


Tiempo estimado de lectura: 10 minutos

El sexo, el género, binario o no binario, fluido, etc., tras el auge de luchas como la feminista o por la libertad sexual, muchas han sido las realidades de este tipo que se han puesto sobre la mesa. En esta ocasión nos acogeremos al hilo del sexo para tirar de él y descubrir como se conecta con el resto de conceptos.

La distinción dicotómica del sexo en cuanto a un elemento cultural o biológico, suscita grandes cuestiones. A lo largo de la historia no ha sido tarea simple el hecho de poder determinar la sexualidad del individuo, y más aún en épocas contemporáneas, donde podemos encontrar mayores registros de casos complejos. El objetivo de este artículo es tratar la cuestión referente a si el sexo es un elemento determinado biológicamente o es una construcción social o cultural. 

¿Qué es el sexo biológico?


Desde el punto de vista de la biología, existen diferentes maneras de categorizar a un individuo según su sexo. Se pueden clasificar por cuestiones cromosómicas o genéticas, y por parámetros genitales. Mientras que a nivel genético es imposible que exista una modificación espontanea de los gametos, a nivel genital existen y se realizan intervenciones de extracción en casos de hermafroditismo, y modificación en transexualismo.

A priori, el sexo biológico es determinado al nacer casi por azar, tan solo puede existir una selección en una fecundación in vitro, en la cual podemos elegir el sexo del individuo descendiente.

Según el estudio de J. de Juan Herrero y de R. M. Pérez Cañaveras, podemos decir que “se denomina sexo al conjunto de características biológicas de un organismo que permiten diferenciarlo como portador de uno u otro tipo de células reproductoras o gametos (óvulos o espermatozoides), o de ambos (organismos hermafroditas). Entre los organismos animales existen dos grandes variedades atendiendo al origen de sus gametos: a) organismos gonocóricos (con dos tipos de individuos, atendiendo a sus gametos y características sexuales). En ellos podemos hablar de dos sexos, uno portador de los gametos masculinos y otro portador de los gametos femeninos, y b) organismos hermafroditas que son portadores de ambos gametos y por lo tanto de ambos sexos (hermafroditas verdaderos o sincrónicos)”

En cuestiones cromosómicas relacionadas, existen dos estructuras en el ser humano. Primero tenemos la pareja homogametica XX que pertenece al sexo femenino, mientras que en el sexo masculino existe un gameto X y un gameto Y. En los casos de intersexualidad, existen cinco tipos diferentes de configuración de gametos: intersexualidad 46 (XX), intersexualidad 46 (XY), intersexualidad 45 (XO), intersexualidad 47 (XXY) y por ultimo intersexualidad 47 (XXX).

En el caso de la distinción sexual según sus genitales, parece acertado citar a Anne Fausto-Sterling y su artículo "The Five Sexes: Why male and female are not enough". De este escrito podemos extraer lo que se consideran cinco sexos biológicos diferentes, teniendo al hombre y la mujer por los extremos, pasando por tres clases más de distinción sexual. Fausto-Sterling apela al concepto de intersexo o intersexual, para denominar a aquellos individuos que presentan hermafroditismo, que se encuentran en el medio de esta cadena de distinción sexual. 

Genitalmente el hombre presenta pene y testículos, y la mujer vagina y ovarios. Pero al hacer referencia a los hermafroditas, hay tres subgrupos aglutinados bajo el mismo rotulo. En primer lugar están los herms (hermafroditas "verdaderos") que presentan un testículo y un ovario. En segundo lugar los ferms (pseudohermafroditas femeninos) que tienen ovarios y algunos aspectos de los genitales masculinos, pero carecen de testículos. Y por último, los merms (pseudohermafroditas masculinos) que poseen testículos y aspectos de genitales femeninos, pero no tienen ovarios.

La modificación genital, en neonatos hermafroditas, responde a diferentes procesos de identificación sexual por parte de la medicina. La anatomía o la morfología genital será el marcador primero y principal para decidir el sexo futuro del recién nacido (Gregori Flor; 2006). La asignación responde a criterios de medidas de los genitales; es medicamente aceptable, para un neonato, un clítoris comprendido entre los 2 y 9 mm, mientras que en el caso de los penes será entre 2,5 y 4,5 cm (Kessler; 1998).

Definir el sexo de una persona hermafrodita responde a la necesidad impuesta culturalmente, como trataremos a continuación, en las sociedades occidentales entre otras, de pertenecer a alguno de las dos alternativas de la dicotomía sexual.

¿Qué es el sexo cultural?


En términos culturales usualmente el sexo está ligado a dos vertientes: sexualidad y género. Según Ó. Guasch y R. Osborne, la sexualidad es el cruce de la naturaleza con la estructura social. La sexualidad es un producto social. La expresión sexualidad humana es redundante ya que no es presocial ni está determinada por imperativos biológicos sino que responde a condicionamientos sociales. La sexualidad va más allá de la reproducción, ya que se ocupa tanto de gestionar la demografía de los grupos humanos como de mantener el orden social que los sostiene. 

Por otra parte, Judith Butler en El género en disputa sostiene, ante la clásica distinción entre sexo (biológico) y género (constructo social que encuentra sus límites en el sexo), que realmente dicha distinción carece de sentido, puesto que el sexo biológico es una suerte de relato ideológico sostenido por el discurso científico (en absoluto carente de intereses) y naturalizado para sacarlo del debate donde sí se discutiría el concepto de género. En la crítica de Butler, encontramos la discrepancia con la idea de que existan hombres y mujeres antes incluso de llegar a serlo socialmente, esto es, el sexo pre-discursivo y pre-sujeto.

En El segundo sexo, Simone de Beauvoir apunta que "no se nace mujer, sino que se llega a serlo", es decir, que no es el sexo biológico lo que te hace mujer, sino la obligación cultural en forma de género; por lo tanto, una mujer puede ser de sexo biológico no-femenino. Si para definir el sexo empleamos conceptos previamente cargados de ideología, no será posible, entonces, que dicho sexo sea pre-discursivo. No es que los pechos, el pene o la vagina sean una construcción social, como muchos han malinterpretado en Butler, sino que los significantes (las palabras) no representan a los significados (el cuerpo) de forma neutral, han sido construidos dentro de un paradigma de género y sexual binario.

Además de obedecer a un sistema injusto, las categorías sexuales o de género se presentan incapaces de incluir el fenómeno del sexo fluido o género fluido, puesto que tan solo funcionan con parámetros fijos (e inamovibles en la mayoría de casos). La referencia a Lacan es inevitable, para el pensador francés las imágenes mentales (asociadas a palabras) y especialmente las palabras limitan infinitamente la esencia de las cosas, no obstante, asumimos esa limitación para beneficiarnos de su operabilidad, porque son "útiles". No obstante ¿qué ocurre cuando la palabra no define la esencia? ¿qué pasa si la palabra hombre es la que me define para los demás, pero lo que yo siento no corresponde con lo que representa la palabra hombre, sino con la palabra mujer o con ninguna de las dos (género ambiguo)? Lamentablemente el como yo me sienta (identidad imaginaria) estará siempre supeditado al yo para los demás (identidad real), puesto que por mucho que yo me sienta rey, si no lo soy para el resto, no soy un rey, sino un loco, como bien dice Zizek.



A la relación que presentan el sexo y el género (en caso de ser cosas distintas) se le sumará la sexualidad y/o el deseo. Aunque en los últimos años en algunos lugares es menos frecuente, encontramos en el imaginario colectivo una relación de coherencia entre dichas características, es decir, se piensa coherente que alguien de sexo biológico masculino, sea hombre y heterosexual; en cualquier caso, más coherente que alguien de sexo femenino que sea hombre y le atraigan los hombres. Esta supuesta coherencia que incita casi a deducir de un elemento el siguiente, es tan solo herencia cultural, un rasgo inculcado.

Y para rizar el rizo, Butler apoyándose en la idea nietzscheana de sujeto y predicado, en la cual el individuo no es quien es, sino lo que hace; extrapola el concepto asumiendo el género como performance. El género es la acción, no el sujeto. Un individuo es hombre  o mujer cuando se comporta como tal; si para Simone de Beauvoir la mujer no nace, se hace; para Judith Butler la mujer es quien hace como mujer.

Escrito con G. Altamirano
Licenciado en Sociología y Maestría en Análisis Político y Asesoría Institucional por la Universitat de Barcelona, Colaborador del Grup de Recerca de Estudis Locals (GREL).

19 de enero de 2018

5 propuestas para redireccionar al precariado

Tiempo estimado de lectura: 10 minutos

La trabajadora (entiéndase como el genérico de persona que trabaja) actual vive en un mundo globalizado donde, siendo una asalariada víctima de la precariedad laboral, tan solo podrá sentirse parte de un proceso económico, sin una identidad cultural a la que aferrarse, mitad universalista (ciudadana del mundo, cosmopolita, etc.) y mitad tribal (por la búsqueda de identificación con un grupo en realidades totalmente inmediatas y fugaces). Sometida al antojo de las fuerzas económicas que ya no dependen ni de ella ni del estado que la incluye, por lo tanto, tampoco de los políticos que cree elegir.

Debe batirse en duelo entre la laxitud y el relativismo de valores en constante cambio que plantea la posmodernidad por un lado, y los inexorables e indiscutibles marcos económicos que la asfixian. Siente la frustración de no sentirse realizada con el trabajo que desempeña a pesar de fingirlo por necesidad ante el falso divertimento del que la empresa ha revestido la barbarie y las exigencias de las redes sociales. Busca reconocimiento tanto económico como social en el cargo que ocupa, sin embargo es consciente del menosprecio y la servidumbre a la que ha acabado sometida. Falta de referentes (sanos) en los que mirarse, es arrollada por la atomización del individuo que junto con la ausencia de referencias mencionada incentiva la apropiación del relato difundido en los medios de comunicación de masas.

Para que el contexto descrito no derive en nihilismo y las trabajadoras sintamos que, al contrario de los postulados marxistas, la fase del capitalismo actual, a saber, la globalización, es la última etapa de la historia de la humanidad, debemos reinventar la vida del proletariado. Para ello debemos volver a empoderar al llamado precariado por Guy Standing (no aceptado aún por la RAE) para que logre recuperar el control sobre su vida y siéntase partícipe de la política. Por supuesto, en abstracto es fácil de escribir, por lo que he tratado de sintetizar en 5 directrices las reinterpretaciones fundamentales para que lo mencionado anteriormente pueda darse:

1. Reinterpretar la educación

Es prioritario realizar un giro sustancial en la visión que tenemos sobre la educación, especialmente universitaria, como comentaremos a continuación. El conocimiento ha dejado de ser un fin en si mismo para transformarse en una suerte de trampolín social que permita el ascenso. Lo que debemos buscar en la educación es la dignidad y el enriquecimiento personal porque es lo que con total seguridad puede aportarnos; puesto que la instrumentalización del saber acabará por matarlo (cualquiera que haya pasado por la universidad lo sabe).

Tras la dictadura, era habitual encontrar en las madres (entiéndase como el genérico de persona que tiene descendencia directa) la preocupación de ofrecer una educación superior  (de la que ellas no habían podido disfrutar) a sus hijas, muchas millennials se han convertido en las primeras personas en obtener un título universitario de su familia más cercana. Esto no podría haberse dado sin el incentivo institucional; desde la Administración más progresista se trató de cristalizar el ideal democrático en forma de igualdad educativa, ya que la igualdad económica (de oportunidades, es decir, equidad) escapa a la voluntad y capacidad de la democracia burguesa. Lo que pretendía ser una oportunidad para quien la quisiese, se materializó en a consciencia colectiva como una necesidad dando lugar a la masificación de las facultades restándoles calidad. 

Por su fuera poco, ni siquiera alcanzaron la universalización educativa (el nivel socioeconómico sigue siendo determinante), optaron por masificar el grado universitario hasta desvirtuarlo para crear la necesidad de postgrado, encareciendo estos últimos a la par.

En suma, la educación universitaria crea un espejismo de ascenso social que desaparece al toparse con 2 hechos frustrantes a los que los jóvenes tenemos que enfrentarnos, estudiar lo que no se quiere (cabe una crítica razonable al sistema de selectividad) y trabajar en lo que no se ha estudiado, sin obtener los réditos esperados. 
"La desproporción entre el nivel de las aspiraciones y la gratificación produce ansiedad y frustraciones en masa (Mannheim, 1953: 321)
Lamentablemente la introducción de un cambio sustancial del tipo descrito supondría un precio político inasumible por los partidos mayoritarios y de aspiraciones catch-all en España, por tanto, la solución no puede surgir de ellos, pero debemos plantearnos si deseamos, como apunta Sauvy, pastores graduados o graduados que sean pastores.

2. Redescubrir la información

La lucha gramsciana por la hegemonía, pasa indudablemente por la lucha contra los medios de comunicación de masas predominantes. Estos medios, acertadamente llamados de desinformación, promueven valores deleznables como el machismo, uno de los más evidentes quizá de entre una larga lista, o en el "mejor" de los casos reproducen una suerte de valores deseables deformándolos de tal forma que puedan adaptarse al sistema despiadado capitalista, es decir, volviéndolos casi irreconocibles; véase el feminismo como contraposición al machismo mencionado, un feminismo machista o pseudofeminismo (feminismo liberal).

Por otra parte, Barraycoa y Putnam sugieren una vuelta a la lectura en contra de lo audiovisual, pues  mantienen que aporta valores más deseables, cuanto menos, como un paso previo. La lectura supone la contención de la acción, la inversión a medio y largo plazo, lo que en economía sería el ahorro, promueve valores diametralmente opuestos a la posmodernidad, mientras que lo audiovisual implica inmediatez, consumo ipsofacto, si te gusta lo compras; y al igual que en la economía, los bienes más inmediatos suelen ser los que menos satisfacción nos reportan.

3. Repensar el ocio

La trabajadora actual no debe ni puede asumir los códigos de divertimento empresarial (un claro intento de lavado de cara que distraiga de la explotación que allí ocurre) como el ocio suficiente o necesario. Este divertimento no supone ni la cantidad ni la calidad del ocio óptimo para un individuo, puesto que el negocio es la NEGación del OCIO y no es posible su convivencia; en cambio, se deben alimentar la relaciones sociales al más puro estilo del Ágora que a tantos filósofos vio crecer, espacios de reflexión y debate que enriquezcan al conjunto. 

Hoy en día nadie quiere hablar de filosofía o política (en cualquier caso, tan solo de la menor de las políticas, la institucional). La absoluta mayoría de personas pueden enmarcarse en uno de los dos tipos de actitudes siguientes: la de pensamiento cero, "yo no tengo ideología u opinión sobre X tema / soy librepensador", es decir, que tienes la ideología u opinión hegemónica porque “el sentido común dominante es el sentido común de las clases dominantes"; o la de la posmodernidad, "yo pienso así (posverdad) y ni te atrevas a ponerlo en duda o discusión porque supone un ataque a mi libertad individual y derecho de opinión".

4. Volver a la pertenencia a un grupo

El Marxismo dota al trabajador de una visión global del mundo y la realidad que le rodea además del sentimiento de pertenencia a un grupo que marcha en favor del ritmo de la historia, en su misma dirección (a pesar de sentir cierta contracorriente coyuntural). 

Cuando esto se pierde con la caída de la URSS (la alternativa real al capitalismo) y la globalización junto a la posmodernidad acaban por destruir todo lo colectivo (la clase, los sindicatos, los partidos, las asociaciones, etc.) atomizando al individuo, el susodicho precariado (próximamente aceptado por la RAE) queda huérfano frente a dos caminos principalmente, dejarse llevar por la corriente, esto es la ideología hegemónica, claramente de corte neoliberal; o acogerse a una lucha, en cierto modo familiar, que pueda ganar, como la xenófoba de la nueva derecha radical.

5. Reconquistar el salario

Actualmente por el trabajo realizado se percibe un sueldo (originalmente, el dinero que cobra un soldado o mercenario), sin embargo, debemos recuperar el honorario (el dinero percibido por el honor y la dignidad del desempeño). 

No es nada nuevo para un marxista pero, el sueldo supone la cantidad justa y necesaria para que el proletariado logre sobrevivir y seguir siendo explotado, mientras que el honorario sería la cantidad correspondiente al valor del trabajo ejercido (sueldo + plusvalía).