Mostrando entradas con la etiqueta Fascismo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Fascismo. Mostrar todas las entradas

20 de noviembre de 2018

20-N


20 de novembre. Data sagrada per nosaltres: els homes i dones de bé. A qui vull enganyar: homes. Un dia ambivalent. Contradictori. Un 20 de novembre de 1490 (segons diu una web que comença per wiki i acaba per pedia) es va publicar “Tirant lo Blanc”. El mateix dia de 1910 moria l’escriptor Tolstoi. El mateix dia del 36 morien Buenaventura Durruti, José Antonio Primo de Rivera, i Antonio Rivera, “el Ángel del Alcázar”, qui tot i ser un Rivera no era cosí de Primo de Rivera. Aquesta acudit només té sentit en castellà. Podeu rellegir-lo en castellà? Gràcies.

13 de marzo de 2018

Cambio de denominación de Molins de rei




Un municipio es, según la Ley 7/1985, de 2 de abril, Reguladora de las Bases del Régimen Local, “entidades básicas de la organización territorial del Estado y cauces inmediatos de participación ciudadana en los asuntos públicos que institucionalizan y gestionan con autonomía los intereses propios de las correspondientes colectividades”. De igual forma se interpreta en el Texto Refundido de la Ley Municipal y de Régimen Local de Cataluña donde se define como “la entidad básica de la organización territorial y el elemento primario de participación ciudadana en los asuntos públicos”; y añade que “las Leyes de Cataluña garantizan la participación del municipio en todos los asuntos que afecten directamente a sus intereses”Por ello, entendemos el municipio como organismo autónomo de primer nivel, donde se crea con mayor fuerza un vínculo de pertenencia a un grupo o comunidad y que más “propio” se siente por parte de los ciudadanos. Dicho vínculo se presenta como un fenómeno positivo a incentivar, puesto que presumiblemente cuanto más arraigo y sentimiento de pertenencia a la identidad municipal se de, mayor será la participación de los ciudadanos en la vida local y más elevado el nivel de gobernabilidad social (Domínguez-Pérez, 2004: 36).

Además, la identidad municipal no solo es un valor que fomentar per se, sino que se presenta como una necesidad en dos ámbitos, en primer lugar, el patrocinio de la identidad común ofrece un anclaje ante la disolución de los valores comunitarios que supone la globalización -en esta etapa parece ser que lo macro anima a lo micro, que hay una vuelta a las raíces, a lo local. En un mundo cada vez menos controlable, se constata un repliegue sobre lo cercano, lo que se conoce, lo local; como reacción, según algunos, a la angustia experimentada por el paso de tiempo que transcurre, la velocidad de los cambios que acontecen en esta fase (Maffesoli, 1990: 224)-; y en segundo lugar, como necesidad por parte de los gobernantes para facilitar la gobernabilidad al tiempo que como imagen positiva de la ciudad para la atracción de inversiones. De este modo, se revela como algo que es preciso estimular y redefinir ante las imágenes que se crean y la necesidad de relocalizar a la población en lo cotidiano.

Si hablamos de cómo hacerlo, desde qué puntos lograr potenciar e influir en la susodicha identidad, Maffesoli (1990) sostiene que el ocio, la moda, el espacio, la historia o los valores, el religare, son claves, que la comunidad se estructura desde lo cultural, desde lo que se tiene en común. En este sentido, el nombre, la denominación del municipio juega un papel fundamental en la creación de dicha estructura cultural común. El nombre del municipio es el significante con el que se identifican (o no) los individuos que viven, trabajan o nacieron en él. Prueba de ello es el fenómeno que se dio en la Cataluña republicana –así como en otros territorios– durante la Guerra Civil. El 9 de octubre de 1936 la Generalitat dispuso, mediante el artículo sexto del Decreto de Seguridad Interior, la posibilidad de cambiar el nombre los municipios por acuerdo en el Ayuntamiento y la aprobación del Consell de la Generalitat -dicha posibilidad ya estaba recogida en la Ley Municipal de Cataluña de 1935, sin embargo, lo convulso del periodo la convirtieron, de facto, en papel mojadoLa consecuencia fueron 11 decretos de ratificación por parte del órgano competente de la Generalitat (Departament de Governació i Assistència Social, como sería conocido posteriormente) que permitieron el cambio de 124 municipios. Habiendo poco más de un millar de estas entidades antes del levantamiento fascista de 1936, los municipios afectados representaban casi el 12% de la totalidad de la época (Tort, 2003). Por supuesto, la derrota militar del bando antifascista conllevó la restauración de los nombres de carácter hagiográfico o alusivos a los antiguos dominios señoriales, eclesiásticos o de la realeza.

Ya en el periodo democrático actual y de acuerdo con el artículo 31 del Texto Refundido de la Ley Municipal y de Régimen Local de Cataluña:

“El acuerdo de cambio de denominación de un municipio debe ser adoptado por el pleno del ayuntamiento y requiere el voto favorable de la mayoría absoluta del número legal de miembros de la corporación. Antes de la adopción del acuerdo municipal, debe abrirse información pública por un plazo mínimo de treinta días”. Y “si en el plazo de tres meses el Gobierno de la Generalidad no formula oposición, el acuerdo municipal tiene que considerarse como definitivo y ejecutivo”.

Otros municipios ya han iniciado los procedimientos pertinentes para un cambio de denominación, como es el caso de Calonge. Dicho municipio está formado por 2 núcleos urbanos, Calonge y Sant Antoni, que no están reconocidos como tal en el topónimo oficial por lo que, pretendiendo que se ajuste a la realidad social, humana y económica, han decidido exponer al pleno municipal el decreto en cuestión.

Aunque fuera de Cataluña, encontramos una situación más en la que se procede al cambio de nomenclatura, esta afecta a más de un municipio y está relacionada con la época franquista. Son varios los municipios en el estado español que llevan en su propio nombre referencias franquistas (Guadiana del Caudillo, San Leonardo de Yagüe, Villafranco del Guadiana, etc.) y también en muchos de ellos se ha procedido a juzgar si es necesario un cambio de nombre puesto que aparentemente los actuales van en contra de la Ley de Memoria Histórica.

Molins de Llobregat

Molins de rei es un municipio perteneciente al Baix Llobregat que a lo largo de su historia ha visto, como comentábamos, un cambio en su nombre durante el periodo revolucionario que ocupó la Guerra Civil que fue revertido con la victoria franquista.

Sus vínculos históricos con la CNT-FAI y especialmente con el Partido Socialista Unificado de Cataluña hacen que, aún latente, se viva cierto debate en torno al nombre del municipio a pesar de oficialmente no parece prácticamente existir. En las escuelas, cuando se explica parte de la historia del municipio se obvia este episodio por ser considerado anecdótico o complejo para esa edad, sin embargo, cuando años más tarde se estudia la Guerra Civil, se hace de forma general, con respecto al estado español, y concreta, con respecto a Cataluña, pero en ningún caso haciendo referencia al municipio.

Molins de rei parece un caso claro de posible cambio puesto que, como apunta Tort (2003), a diferencia de 105 municipios de los 124 totales -de los 124 cambios durante todo el periodo, 105 son por motivos religiosos, 17 por otros motivos que no siguen un patrón claro y tan solo 2 fueron por alusiones de corte monárquico- que cambiaron su denominación, no contiene ningún elemento religioso, sino que es uno de los dos únicos casos de referencias de carácter monárquico y eso supondría cierto grado de incoherencia y podría alegarse falta de correspondencia con la realidad del país (por lo tanto del municipio) en caso de declararse la República Catalana. Molins de rei forma parte de la Associació de Municipis per la Independència (AMI) y ha ratificado su presencia en pro de un proceso constituyente de la República Catalana, por lo que es razonable pensar que el republicanismo y antifascismo imperante del municipio hacen de Molins de Llobregat una buena alternativa.

Conclusiones

En suma, debemos contemplar el nombre del municipio como un elemento clave en el imaginario colectivo, que dota de ciertos valores y que, de ser compartidos, representan una suerte de vínculo entre los propios ciudadanos y, a su vez, entre éstos y el municipio. En este sentido, dando por sentado los principios democráticos y antifascistas propios de una localidad en la que los partidos explícitamente autodenominados de izquierdas contaron con prácticamente el 50% de los votos (PSC, CUP y ERC), la denominación propia del periodo revolucionario antifranquista podría verse como síntoma de orgullo y tributo a los anteriores conciudadanos en su lucha por la libertad.

Conocidos los procedimientos mediante los cuales es posible llevar a cabo dicho cambio y asumiendo también como propios los argumentos en favor de la voluntad de que el nombre se ajuste a la realidad social del municipio así como la tendencia democrática que se destila de la Ley de memoria histórica, podemos afirmar con total seguridad que Molins de Llobregat, en caso de aprobarse en el pleno municipal por mayoría absoluta, no debería presentar ningún problema como nueva denominación.

Sin embargo, la propia ciudadanía es quien juega el papel protagonista en este asunto. Se recomienda someter dicha cuestión a consulta ciudadana previa a su votación en el pleno municipal, de igual forma que a finales de 2016 se realizó la relativa a la reforma de la carretera N-340, especialmente en caso de abandonar el estatus de monarquía parlamentaria. Pero antes es necesario informar de la propia historia que dota de sentido la propuesta, por lo que se recomienda impulsar una iniciativa que fomente la introducción del susodicho periodo histórico en los centros educativos y una campaña informativa para una mayor repercusión.

6 de enero de 2018

Los dos infiernos de Antonio Elorza



Tiempo estimado de lectura: 10 minutos


Antonio Elorza, catedrático en Ciencias Políticas en la Universidad Complutense de Madrid, escribió recientemente un panfleto en forma de tribuna en El País, coherentemente. En éste se hacía un resentido ataque hacia el origen y desarrollo del socialismo soviético, también conocido como socialismo real. Sorprendidos por la desfachatez de la que hace gala el autor en poco más de 700 palabras, hemos decidido realizar aquí un superficial, sin embargo necesario, análisis del discurso desempeñado por, el que debiera ser, un intelectual riguroso (aun en una tribuna de un periódico de tirada plurinacional).

Antes de entrar en materia es de recibo una pequeña introducción biográfica, para el señor Elorza será suficiente con recordar su trayectoria ideológico-política. Partió del marxismo-leninismo más ortodoxo del PCE vasco, en el que militó desde 1977 hasta su expulsión cuatro años más tarde, a finales de 1981; tras dicho episodio pasó a formar parte de la fundación de Izquierda Unida, de la cual se desvinculó notablemente al apoyar de forma pública la candidatura de UPyD y su número 1, Rosa Díez en 2008. Actualmente es un firme defensor de la Constitución Española de 1978 y de la indisolubilidad del Estado patente en ella, por consiguiente, también se presenta como opositor a las posturas nacionalistas no españolistas dentro del Estado español.


Resultados de la búsqueda

Al conmemorar el centenario de la Revolución de Octubre conviene recordar algo: lo contrario del infierno no es necesariamente el paraíso, sino que con frecuencia suele ser otro infierno. La observación debe aplicarse a la justificación más utilizada para esconder la barbarie practicada por el comunismo soviético, cuando se le compara con el más brutal de los fascismos, el nacionalsocialismo de Hitler. El espontáneo defensor añadirá que de esa pesadilla se libró el mundo gracias a la victoria de la URSS guiada por Stalin, olvidando el pacto Molotov-Ribbentrop de 1939. 

En la primera línea ya nos ha dejado clara su intención, escribe sobre un día señalado en el imaginario socialista para aguar la fiesta, el Grinch de la izquierda. Será con frecuencia si Elorza lo dice, pero no resulta fácil imaginar muchos casos en que lo contrario a algo terrible sea otra cosa terrible, sinceramente. En cuanto a la justificación, que gracias a la URSS se derrotó al fascismo te lo dirá un marxista en 2018, el 57% de los franceses en 1945 o el propio Roosevelt en 1943: 
En nombre del pueblo estadounidense, quiero comunicar al Ejército Rojo, en su XXV aniversario, nuestra profunda admiración por sus logros, que no tienen parangón en la historia.[…] El Ejército Rojo y el pueblo ruso han encauzado a las fuerzas de Hitler hacia la derrota y se han ganado la admiración del pueblo de Estados Unidos.” (Butler, 2007: 189)
Es conocida la intención de Hitler por invadir el territorio soviético por lo que Stalin accedió a firmar el pacto de no agresión basándose en que es preferible una paz insatisfactoria a una horrible guerra, en cualquier caso, tras la negativa de Francia y Reino Unido a formar un frente común. No olvidamos el pacto, tan solo lo contextualizamos.

Una vez conocido el componente terrorista de la política de Lenin, tras la apertura parcial de los archivos de Moscú, se desvanece la imagen del gran revolucionario, cuyos excesos serían explicables por la guerra civil, contrapuesto al criminal que desvirtuó transitoriamente la gran obra de construcción del “socialismo real”. En el marxismo soviético, como en el nazismo, el terror fue consustancial al sistema. Y no es una cuestión secundaria en la medida que siguen existiendo organizaciones políticas que se refugian detrás de su ocultamiento, con el santo propósito de destruir la democracia, en nuestro caso “el régimen de 1978”, ‘actualizando la desestabilización practicada por aquel “calvo genial”. La broma es como para ser tomada en serio.

Volvemos a la igualación más rastrera, abstracta y subjetiva. No contento con ello, pretende tachar de antidemocráticos por igual a los partidos marxistas (esto es desde socialdemócratas hasta leninistas) y a los fascistas, puesto que ambos grupos pueden atentar contra el esquema de fuerzas de 1978 y el sistema pseudodemocrático que surgió del mismo.
Colocar en el mismo plano moral el comunismo ruso y el nazifascismo, en la medida en que ambos serían totalitarios, en el mejor de los casos es una superficialidad; en el peor es fascismo. Quien insiste en esta equiparación puede considerarse un demócrata, pero en verdad y en el fondo de su corazón es en realidad ya un fascista, y desde luego sólo combatirá el fascismo de manera aparente e hipócrita, mientras deja todo su odio para el comunismo. - Thomas Mann
A estas alturas del artículo Elorza ya ha puesto las cartas sobre la mesa, identifica el ideal democrático con el régimen del 78 y emprende una cruzada cual converso, en contra de los que hace unos años eran "los suyos".

Un criminal político no exculpa a su oponente. Hitler o Mussolini no justifican a Stalin o a Lenin, ni a la inversa. Todos establecieron regímenes totalitarios donde el correlato del monopolio de poder en manos del partido-Estado fue el aplastamiento de los derechos humanos hasta llegar al genocidio. 

Al respecto del totalitarismo, Raymond Aron recoge el testigo de Hannah Arendt y en su obra Democracia y totalitarismo ofrece cinco características del totalitarismo que pasamos a extrapolar al susodicho régimen del 78:

1. Un único partido posee el monopolio de la actividad política legítima.

       PP y PSOE han jugado un papel bipartidista y continuista en cuestiones centrales actuando así como un solo partido -como el Partido Conservador y el Partido Liberal de la Restauración- hasta la llegada de nuevos partidos en 2012 si se quiere, o incluso hasta día de hoy, puesto que ninguno de estos nuevos partidos ha logrado formar gobierno aún.

2. Dicho partido único está armado de una ideología que le confiere una autoridad absoluta.

       PP y PSOE son los partidos constitucionalistas, armados con una constitución (que les confiere una autoridad absoluta) caduca, retrógrada y desvirtuada casi por completo.

3. El estado se reserva el monopolio de los medios de persuasión y coacción, los medios de comunicación son dirigidos por el estado (en concreto las telecomunicaciones).

       La aplicación del artículo 155 en Catalunya y la ingente desinformación promovida por los medios del régimen son un perfecto ejemplo de ello.

4. La economía, al menos en gran parte es controlada por el estado y se convierte en parte del estado mismo.

       La economía está controlada por las elites de dicho régimen extrayendo el beneficio de cualquier actividad y socializando las pérdidas, como Bankia o Telefónica.

5. Politización de toda actividad, terror. Las faltas cometidas por los individuos en el marco de una actividad económica o profesional son simultáneamente faltas ideológicas. Esto entraña una conversión en ideológicas de todas las faltas o delitos cometidos por los individuos que lleva a un terror ideológico y policial.

       ¿Los 13 raperos de La Insurgencia, no han sido juzgados por motivos de este tipo?

Sorprende que pudiendo compartir categoría, el ideal democrático del autor y el peor infierno jamás imaginado por el mismo le parezcan realidades opuestas y completamente distintas. Si bien es cierto que en este caso no podríamos hablar de genocidio en masa, no obstante, los más de 50 feminicidios, 500 trabajadores que murieron a causa de accidentes laborales, y 1.160 defunciones por accidentes de tráfico este 2017 o las muertes provocadas fuera de los márgenes estatales por actores españoles son producto de un sistema económico y político concreto, pero no hay tribunas de Elorza denunciando un sistema consustancialmente asesino como es el que defiende, brutalmente cruel aun en el siglo XXI, con el desarrollo que esto implica, y en un época de relativa bonanza, ventajas de las que no disfrutaba la  URSS.

En el caso del comunismo, es preciso ampliar el espacio iluminado más allá del estalinismo. Tanto para el interior del sistema soviético como hacia su exterior. Hoy sabemos que la eliminación del adversario no fue una táctica aplicada excepcionalmente a Trotski. Venía de antes y siguió vigente hasta los años setenta. Cualquier dirigente comunista que pensaba por su cuenta, disintiendo de la URSS, incluso los “queridos camaradas” al frente de “partidos hermanos”, podía ver su vida en peligro en un hospital soviético o por un camión que arrollaba su vehículo en tierras del “socialismo realmente existente”. Son los casos comprobados de Togliatti, al desobedecer a Stalin, de Berlinguer e incluso de figuras menos relevantes, como el “comandante Carlos” de nuestra Guerra Civil. “La NKVD no olvida”, sentenció este último. Y el Politburó del PCUS no perdona, cabría añadir.

El frame de "comunistas asesinos" resulta tentador, es comprensible, pero a un historiador se le puede exigir algo de transparencia, una mención a los innumerables asesinatos perpetrados por la CIA o la relación de Estados Unidos con los nazis para luchar contra la Unión Soviética habrían ayudado a no malinterpretar los hechos.

Y está el espacio exterior, habitualmente disociado de la URSS a la hora de establecer un balance general de la experiencia comunista. En particular, la segregación afecta al comunismo asiático, visto como si se hubiera tratado de una flor exótica. Tanto Kim Jong-un, como el Mao de los 40 millones de muertos en el Gran Salto Adelante o los jemeres rojos con 1,5 millones de víctimas sobre ocho millones de camboyanos, son ramas del árbol del marxismo-leninismo. No pueden extraerse de la valoración global.

Clásico párrafo de todo discurso anticomunista de bar, los millones de muertos del comunismo. La cifras que se pueden oír provienen de El libro negro del comunismo, un recuento llevado a cabo por 6 historiadores en el que se alcanza la inverosímil cifra de 100 millones. Tras su publicación 3 de los 6 autores se desmarcaron de dicho recuento total y la igualación del comunismo y el nazismo (término que usaron ellos, no obstante, la comparación, 20 millones de muertos nazis contra 100 millones comunistas y 20 años de duración del régimen nazi contra 60 marxistas da una notable preferencia al nazismo) por parte de S. Courtois, el editor.

Elorza menciona a Kim Jong-un (Corea del Norte), Mao (China) y los Jemeres Rojos (Camboya), por lo que la cuenta de muertos del comunismo sumaría entre 42 y 45 millones a los de la URSS (igual de discutibles que los mencionados). Contrastemos brevemente dichas cifras.

Sobre Kim Jong-un, actual presidente de la República Popular Democrática de Corea del Norte, no vamos a extendernos, puesto que la manipulación y mentiras publicadas sobre su persona y el país por completo están más que evidenciadas.


En cuanto a Mao, sorprende que el autor no haya caído en adjudicarle 65 o incluso 70 millones de muertes, pues es la cifra que manejan muchos de los medios del Estado español. Aunque pensándolo bien, quizá solo se ha referido a las muertes que tuvieron lugar durante el Gran Salto Adelante y la hambruna consiguiente.



La única manera en que Mao pueda ser responsable directo de dichas muertes es que se olvide el tamaño poblacional de China a la vez que se les culpe de los desastres naturales acaecidos y de la política comercial asfixiante estadounidense.

El verano de 1959 el Huang He, el sexto río más largo del mundo, inundó la región este de China lo que provocó, por hambre o ahogamiento, el fallecimiento de aproximadamente 2 millones de personas tal y como apunta el Disaster Center. Además, a lo largo de 1960 más de la mitad de la tierra de cultivo se vio afectada por una gran sequía y fenómenos climatológicos adversos reflejados en la Encyclopædia Britannica. 


La suma principalmente de estos 2 acontecimientos redujo hasta en un 70% el nivel de producción de grano durante la mayor parte del Gran Salto Adelante (1958-1961) lo que provocó una hambruna terriblemente devastadora, la peor desde 1897. Sin embargo, podrían haberse paliado de no ser por el embargo comercial ejercido por Estados Unidos a China durante el periodo. Los norteamericanos limitaron las toneladas de grano que Canadá y Australia pretendían vender.


No hay consenso entre historiadores en cuanto al número total de muertes, mas la mayoría (Peng, Coale, Ashton et al., Banister, Becker, Cao, etc.) lo sitúan en torno a los 30 millones, a los cuales debemos restar 2 millones de las inundaciones comentadas. Por lo tanto, a la postre deberíamos contar con 28 millones de muertes sobre un total de más de 660 millones debidas a múltiples factores, difícilmente adjudicables de forma directa al comunismo.


Por último, el genocidio camboyano y quienes lo llevaron a cabo tienen, de facto, poco que ver con el comunismo. Pol Pot encabezando el ala más radical del PRPK obtuvo el apoyo popular suficiente para instaurar un régimen dictatorial y totalitario en Camboya gracias al rechazo generado hacia Estados Unidos por el intensísimo bombardeo al que sometieron al país, conocido como Operación Menú.


Pese a que dicho proyecto adaptó algunas de las ideas de la empresa maoísta, es una aberración considerar el populismo genocida y antimodernidad de Pol Pot uno de los ejercicios marxistas del momento.

Existía en el comunismo una diferencia sustancial del nazismo en cuanto a su dimensión teleológica: la emancipación de la humanidad frente al imperio de una raza. Esto resultó inútil para corregir al totalitarismo soviético en sus distintas variantes, pero explicaría la evolución del comunismo eurooccidental hacia la democracia y su papel positivo allí donde los comunistas se enfrentaron al fascismo. Pero es una tradición política agostada desde la década de 1980 y hoy sin influencia real sobre la izquierda en crisis.

Tampoco es aceptable creer que la experiencia fascista concluyó en 1945, ni siquiera que las democracias occidentales supieron mantener las promesas entonces formuladas. El mejor ejemplo lo ofreció la política norteamericana, creando escenarios infernales, de Indochina a Irak, especialmente bajo las presidencias de Nixon y Bush Jr., contribuyendo a asentar el horror de los neosultanismos prooccidentales (ejemplo, el de Mobutu en el Congo, a medias con Bélgica y Francia). La influencia de los fascismos, en su componente populista o en la negación radical de los derechos civiles y en la exaltación de líderes carismáticos, ha seguido difundiéndose bajo distintas máscaras políticas a escala mundial.


Y queda la variante del totalismo horizontal, fundado sobre una xenofobia cada vez más presente, incluso muy cerca de nosotros. Según nos enseña el budismo, cabe más de un infierno dentro del mismo marco ideológico. Incluso según muestra la tragedia de los rohingya en Birmania, puede existir un infierno construido desde una religión de paz.

Finalmente parece que tan malo como lo pintaba no sería el proyecto socialista cuando allí donde ganó terreno se dio paso a democracias más o menos progresistas, pero no solo eso, sino que la existencia de una alternativa real y viable al capitalismo más salvaje logró arrastrar la hegemonía hacia la izquierda obligando a las élites de distintos países a ceder en cuanto a derechos sociales. Y acabamos suscribiendo de la primera a la última palabra  de la siguiente intervención en Fort Apache por parte de Nines Maestro.