Mostrando entradas con la etiqueta Marxismo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Marxismo. Mostrar todas las entradas

18 de mayo de 2018

¿Qué es el crowdsourcing y el consumer work?



El crowdsourcing y el consumer work están presentes de forma constante y natural en nuestras vidas, sin embargo, que desconozcamos dichos conceptos es síntoma de que no se ha discutido y tratado como debería. Hemos asumido las lógicas implícitas en estos fenómenos sin pararnos a reflexionar sobre si nos son beneficiosos o perjudiciales, por ello, realizaremos una breve aproximación a continuación.

Crowdsourcing

La vida social siempre ha incluido de algún modo las tecnologías, puesto que éstas hacen posible y amplían la capacidad de interacción social y de influencia sobre el entorno. Por ello, las tecnologías forman parte de un complejo sistema de relaciones de poder.

Así lo interpreta la Teoría Crítica de la Tecnología, desde la cual se entiende que el nivel de desarrollo tecnológico de una sociedad no es tan solo el conjunto de dispositivos, técnicas y logística, sino que moldea de algún modo la vida social y tiene cierta influencia en las relaciones de poder mencionadas antes y su consecuencia, las luchas políticas, disminuyendo el nivel de libertad en la toma de decisiones que éstas conllevan (Feenberg, 1991). Por ello, el ámbito tecnológico no es un escenario neutral, sino que representa una arena más de lucha ideológica y de poder por su ambivalencia en el desarrollo potencial del mismo.

Con un desarrollo tecnológico antes inimaginable se presenta actualmente el fenómeno del crowdsourcing, término acuñado por Jeff Howe (2006) como fusión de crowd (multitud) y outsourcing (externalización). Dicho concepto aparece mucho más tarde que su manifestación práctica, pues Wikipedia, ejemplo paradigmático de crowdsourcing, es creada a principios de 2001. Pero ni siquiera es Wikipedia la primera muestra de crowdsourcing, la colaboración masiva, externalizada y abierta es anterior a todo eso, no obstante, lo que sí es significativamente nuevo es la utilización de internet y la revolución que ha conllevado.

El crowdsourcing no se puede comprender sin antes contextualizarlo en lo que llamaremos capitalismo informacional, una etapa de dicho sistema económico en la que la lógica de la acumulación industrial pierde peso en favor de las nuevas tecnologías de la información, la esencia de la productividad abandona la transformación de la materia y la búsqueda de nuevas energías y apunta hacia la creación de flujos de información y conocimientos. Las cadenas productivas empiezan a reorientarse hacia los procesos productivos informacionales, constituidos por información digital que es creada, transformada y puesta en circulación a través de las tecnologías digitales y reguladas mediante la propiedad intelectual (Zukerfeld, 2010).

Este cambio, a la par que la globalización, transforma por completo la división del trabajo, se crea una nueva hegemonía dentro de la cadena de valor productivo.

Pues bien, crowdsourcing no es contratación externa, ya que el equipo de personas que van a desarrollar la tarea no está definido y localizado previamente; tampoco es producción de código abierto donde la tarea nace y muere por parte de los miembros de un propio equipo; no utilizan software libre (Vidal, 2000); y plantean cierta jerarquía (los desarrolladores son los que guían el proyecto filtrando las aportaciones).

En suma, entendemos el crowdsourcing como:

“Una actividad participativa en línea en la que un individuo, una institución, una organización sin fines de lucro, o una compañía propone a un grupo de individuos de conocimientos, la heterogeneidad y número variables, a través de una convocatoria abierta y flexible, el desarrollo voluntario de una tarea. La realización de la tarea, de complejidad y modularidad variable, y en la que la multitud debe participar aportando su trabajo, su dinero, su conocimiento y / o su experiencia, siempre conlleva un beneficio mutuo. El usuario recibirá la satisfacción de un determinado tipo de necesidad, ya sea una retribución económica, reconocimiento social, autoestima o el desarrollo de las capacidades individuales, mientras que el crowdsourcer obtendrá y utilizará en su beneficio lo que el usuario ha aportado al proyecto, cuya forma dependerá del tipo de actividad que se realice” (Estellés Arolas y González Ladrón de Guevara, 2012: 9-10).

Consumer work

Del mismo modo, el fenómeno del consumer work se enmarca en esta nueva etapa del capitalismo donde las esferas de la producción y el consumo, bien diferenciadas en la fase industrial, se acaban confundiendo (Kleemann, Voß y Rieder, 2008: 6). El consumo de masas, la producción de bienes que los propios trabajadores pudieran comprar, fue revolucionario pero a día de hoy el capitalismo ha dado una vuelta más de tuerca; ya no solo son los trabajadores los que pasan a ser consumidores, sino que también los consumidores (sean o no trabajadores) pasarán a formar parte del proceso productivo de forma que la explotación y el robo de plusvalía sea mayor. Ejemplo de ello son los ya naturalizados supermercados, empresas como IKEA o las omnipresentes cadenas de comida rápida donde una parte importante del servicio es llevado a cabo por el propio cliente. Además, al igual que el crowdsourcing, con internet se ha multiplicado casi exponencialmente la lógica del consumer work, egovernment, e-commerce, e-banking, etc., son nuevas formas de incluir al consumidor en la producción del servicio con apariencia de comodidad o flexibilidad.

Vistos y contextualizados ambos elementos, podemos pasar a comentar las consecuencias que derivan de los mismos.

Las empresas experimentan una reducción de los costes, lo cual les reporta una mayor ganancia, gracias a la menor complejidad en la venta por la introducción de portales web desde donde el propio consumidor se atiende y cobra con acciones muy definidas, sin matices (Grün & Brunner; 2002). También una mayor productividad mediante un uso más eficiente de los recursos, ya que pueden expandirse geográficamente y aumentar las horas de servicio, lo cual implica un mayor volumen de ventas y por ende un menor que reporte a su vez más ventas (Grün & Brunner; 2002). Y un enriquecimiento en la información e ideas, ya que se sirven del conocimiento que el consumidor les ofrece (Grün & Brunner; 2002). Además, Reichwald y Piller (2006: 149-154) apuntan la reducción de la cantidad de tiempo que hay que invertir para desarrollar nuevos productos, la reducción de costes de innovación, el aumento de aceptación en el mercado y disposición a comprar nuevos productos y el aumento de la percepción subjetiva por parte de los consumidores de la novedad real de un nuevo producto.

Estas son las consecuencias en cuanto a producción y beneficio que podrían formar la primera de las consecuencias de Kleemann, Voß y Rieder (2008: 23-24), tras la que siguen:

La influencia en el diseño del producto; se presupone un cierto poder sobre los productos o marcas por parte del conjunto de consumidores y especialmente aquellas personas –influencers, bloggers, etc.– que “se dedican profesionalmente” a publicitar productos. La menor calidad del producto; para ser cliente o consumidor no debes estar formado, sin embargo, son tus ideas y tus sensaciones las que van a contar para el diseño final y éstas pueden no ser las mejores. Y por último, una mejora de las condiciones de trabajo; la flexibilidad que caracteriza el trabajo en crowdsourcing es radicalmente distinta a los tempos de la antigua lógica industrial y eso puede ser visto como una mejora.

A modo de conclusión, parece necesario resaltar el desequilibrio en el reparto de externalidades. Las empresas se ven afectadas en su práctica mayoría por consecuencias positivas mientras que las reservadas a los clientes son limitadas y mayormente negativas.

Es por ello, haciendo un repaso de todo lo comentado, que entendemos los fenómenos del crowdsourcing o el consumer work como los nuevos mecanismos de explotación moderna, cada vez menos explícitos y punitivos en favor de la persuasión y la interiorización de la lógica de explotación para un mayor consentimiento y disposición.

24 de abril de 2018

Crisis fiscal del Estado James O'Connor



Tal y como comentábamos en Creación y desmantelamiento del Estado del Bienestar, algunos bienes o servicios, por sus características, pueden producirse a menor coste si son producidos por una sola empresa  que por varias en competencia, es a lo que llamamos monopolio natural. Normalmente estos monopolios naturales tienen mucho que ver con la inversión en la infraestructura necesaria para ofrecer el servicio, esto es, el agua, por ejemplo, si hubiese más de una empresa oferente deberían poseer un sistema de tuberías distinto, lo cual elevaría el coste y, por ende, el precio de venta. Pero no solo el servicio de aguas se presenta como monopolio natural, también lo son los ferrocarriles, los aeropuertos, el gas, la electricidad, la telefonía, el alcantarillado o las carreteras, entre otros.

Es especialmente en este tipo de servicios en los que el Estado con labor social realiza una gran inversión para construir las infraestructuras necesarias (sistema de cañerías, alcantarillado, vías de ferrocarriles, etc.) y a menudo, como es lógico, crea su propia empresa (pública) para proveer el servicio mediante éstas. Sin embargo, es más habitual encontrar empresas privadas que públicas gestionando estos sectores, por lo tanto un pequeño grupo de personas se enriquecen a costa de lo pagado por el conjunto del Estado; el cómo y el por qué nos lo cuenta James O'Connor.



El estadounidense realiza en Crisis fiscal del Estado un análisis del modo de producción capitalista (la que vivimos) y la crisis económicofiscal (por desgracia, también) que dicho modo conlleva. O'Connor no es marxista ortodoxo, sin embargo, emplea el término acumulación de capital, propio de esta corriente de pensamiento, combinado con el concepto de legitimación de Max Weber.

A grosso modo, O'Connor sostiene que el sector privado crece principalmente a costa del sector público. En caso de ser esto cierto, todo el argumentario liberal y neoliberal sería poco menos que un intento por vender humo. Trataremos de evidenciar el planteamiento del autor con 2 casos paradigmáticos en España, pero que podrían extrapolarse a cualquier Estado con un mínimo de vocación por los servicios públicos.

Telefónica

Telefónica es una multinacional dedicada a la telefonía creada en 1924 bajo el nombre de Compañía Telefónica Nacional de España (CTNE) en la dictadura de Primo de Rivera como filial de ITT, la empresa estadounidense.

En 1945 fue nacionalizada por el régimen franquista como sector estratégico de telecomunicaciones y un par de décadas más tarde, con la apertura al capital estadounidense y las remesas monetarias recibidas de los exiliados antifascistas, la compañía emitió millones de acciones adquiridas por pequeños accionistas españoles.

La entrada de capital (interior y exterior), las nuevas tecnologías y el régimen monopolístico permitieron el salto de Telefónica hacia el mercado exterior (principalmente Latinoamérica) convirtiéndose en una multinacional. Es entonces cuando comienza el proceso de privatización, España malvende las “joyas de la corona” (Seat, Enasa, Marsans, Endesa, Repsol, o Argentaria), empresas solventes que reportaban beneficios, con el pretexto de reducir el déficit público (notablemente menor que el actual).

Con la privatización llega la precarización laboral y las corruptelas en forma de puertas giratorias y demás estratagemas. La plantilla de Telefónica se redujo en un 75% desempleando 60.000 personas mientras los beneficios anuales no hacían otra cosa que aumentar.

Algunos de los accionistas más importantes de la empresa, y por lo tanto, beneficiarios de dicho proceso son el BBVA, la Caixa y el Banco Santander.

Bankia

Como apuntábamos, la excusa en el momento de privatizar empresas públicas fue la necesidad de reducir el déficit público, sin embargo, no se molestaron en disimular cuando dedicaron muchísimo más dinero en salvar a la banca y aumentar ese déficit. 

Bankia, el caso más sonado de un proceso que afectó a muchas otras entidades, se embolsó cerca de 24.000 millones de euros de los fondos públicos. Y eso sin mencionar los 200.000 millones (un 20% del PIB) que se dedicó en ayudas públicas al conjunto del sistema criminal financiero español. 

No obstante, los responsables del hundimiento de la banca salieron bien parados con una indemnización millonaria bajo el brazo; no es un saqueo, “eso es el mercado, amigo”, que decía Rato. 

Puede parecer una tomadura de pelo demasiado evidente como para llevarla a cabo, pero hemos acabado por interiorizar tanto algunas ideas injustas que suele pasar por algo normal. ¿No habéis dado nunca dinero a alguien que pide en la calle, dado propina o participado en una recogida de alimentos (casualmente organizada con la colaboración de un supermercado que se llena los bolsillos con ello)? Pues pensad en quién es el culpable de la situación y quién se sacrifica para solucionarla; Merlí lo dice bastante claro:

 

20 de febrero de 2018

Pregúntale a Marx: ¿Menos café y más plan de pensiones?


Tiempo estimado de lectura: 3 minutos

Hace apenas unos días, los genios y analistas políticos (véase el tono irónico) que Antena3 tiene a bien alimentar con un sueldo 4 veces mayor del que un servidor podrá disfrutar nunca, debatían sobre la mísera subida de las pensiones, de un 0,25%. 

Sería lógico pensar que dichos pseudoexpertos criticarían fuertemente ese paupérrimo aumento al compararlo con el del Índice de Precios al Consumidor (IPC), ya sea por sentido común o porque resulta facilísimo e incluso popular criticar una medida del gobierno del PP. Nada más lejos de la realidad, en Antena3, haciéndole la segunda a El País en su cruzada por vendernos la pobreza como algo cool y moderno, parieron un tuit a modo de titular que resumía lo expuesto por una colaboradora del programa.


Una vez más, los palmeros de la derecha más nauseabunda desvían la discusión, obviamos el debate "La subida de las pensiones es una miseria" para emplazarnos en el encuadre "¿Qué podemos hacer para ahorrar el dinero suficiente como para vivir de un plan de pensiones privado?".

Éste es un hecho lamentable en más de un sentido, por un lado distraen la atención de lo verdaderamente importante, la injusticia que da pie a la supuesta temática del programa, LA INSOSTENIBILIDAD DE LAS PENSIONES PÚBLICAS; por otro lado, culpan al ciudadano de su pobreza o de dicha insostenibilidad, puesto que está gastando 28.000€ por puro placer, menudo manirroto; y a modo de guinda, hacen una suerte de propaganda de los planes de pensiones privados, es decir, si quitándote del café te ahorras 28.000€ y ese dinero lo inviertes en plan de pensiones, podrás jubilarte a base de cafés. 

Al ver como blanquean descaradamente la imagen del partido en el gobierno y su actuación casi delictiva desplazando la culpa a las víctimas de dicha injusticia empleando el ahorro como excusa, recordé la siguiente anécdota de Marx; es bien sabido que al bueno de Karl le perdía la adicción por el tabaco, dada su situación económica siempre fumaba una de las peores marcas por su precio. No obstante, un día descubrió una marca mucho más barata en la que calculó que se ahorraba X cantidad de dinero por cajetilla, así que mayor sería el ahorro cuanto mayor fuera el consumo. Y su afán ahorrador le llevó a fumar tal cantidad de cigarros que el médico tuvo que exigirle que dejara de enriquecerse de esa forma si quería seguir viviendo (sería un médico leninista antes que Lenin).

19 de enero de 2018

5 propuestas para redireccionar al precariado

Tiempo estimado de lectura: 10 minutos

La trabajadora (entiéndase como el genérico de persona que trabaja) actual vive en un mundo globalizado donde, siendo una asalariada víctima de la precariedad laboral, tan solo podrá sentirse parte de un proceso económico, sin una identidad cultural a la que aferrarse, mitad universalista (ciudadana del mundo, cosmopolita, etc.) y mitad tribal (por la búsqueda de identificación con un grupo en realidades totalmente inmediatas y fugaces). Sometida al antojo de las fuerzas económicas que ya no dependen ni de ella ni del estado que la incluye, por lo tanto, tampoco de los políticos que cree elegir.

Debe batirse en duelo entre la laxitud y el relativismo de valores en constante cambio que plantea la posmodernidad por un lado, y los inexorables e indiscutibles marcos económicos que la asfixian. Siente la frustración de no sentirse realizada con el trabajo que desempeña a pesar de fingirlo por necesidad ante el falso divertimento del que la empresa ha revestido la barbarie y las exigencias de las redes sociales. Busca reconocimiento tanto económico como social en el cargo que ocupa, sin embargo es consciente del menosprecio y la servidumbre a la que ha acabado sometida. Falta de referentes (sanos) en los que mirarse, es arrollada por la atomización del individuo que junto con la ausencia de referencias mencionada incentiva la apropiación del relato difundido en los medios de comunicación de masas.

Para que el contexto descrito no derive en nihilismo y las trabajadoras sintamos que, al contrario de los postulados marxistas, la fase del capitalismo actual, a saber, la globalización, es la última etapa de la historia de la humanidad, debemos reinventar la vida del proletariado. Para ello debemos volver a empoderar al llamado precariado por Guy Standing (no aceptado aún por la RAE) para que logre recuperar el control sobre su vida y siéntase partícipe de la política. Por supuesto, en abstracto es fácil de escribir, por lo que he tratado de sintetizar en 5 directrices las reinterpretaciones fundamentales para que lo mencionado anteriormente pueda darse:

1. Reinterpretar la educación

Es prioritario realizar un giro sustancial en la visión que tenemos sobre la educación, especialmente universitaria, como comentaremos a continuación. El conocimiento ha dejado de ser un fin en si mismo para transformarse en una suerte de trampolín social que permita el ascenso. Lo que debemos buscar en la educación es la dignidad y el enriquecimiento personal porque es lo que con total seguridad puede aportarnos; puesto que la instrumentalización del saber acabará por matarlo (cualquiera que haya pasado por la universidad lo sabe).

Tras la dictadura, era habitual encontrar en las madres (entiéndase como el genérico de persona que tiene descendencia directa) la preocupación de ofrecer una educación superior  (de la que ellas no habían podido disfrutar) a sus hijas, muchas millennials se han convertido en las primeras personas en obtener un título universitario de su familia más cercana. Esto no podría haberse dado sin el incentivo institucional; desde la Administración más progresista se trató de cristalizar el ideal democrático en forma de igualdad educativa, ya que la igualdad económica (de oportunidades, es decir, equidad) escapa a la voluntad y capacidad de la democracia burguesa. Lo que pretendía ser una oportunidad para quien la quisiese, se materializó en a consciencia colectiva como una necesidad dando lugar a la masificación de las facultades restándoles calidad. 

Por su fuera poco, ni siquiera alcanzaron la universalización educativa (el nivel socioeconómico sigue siendo determinante), optaron por masificar el grado universitario hasta desvirtuarlo para crear la necesidad de postgrado, encareciendo estos últimos a la par.

En suma, la educación universitaria crea un espejismo de ascenso social que desaparece al toparse con 2 hechos frustrantes a los que los jóvenes tenemos que enfrentarnos, estudiar lo que no se quiere (cabe una crítica razonable al sistema de selectividad) y trabajar en lo que no se ha estudiado, sin obtener los réditos esperados. 
"La desproporción entre el nivel de las aspiraciones y la gratificación produce ansiedad y frustraciones en masa (Mannheim, 1953: 321)
Lamentablemente la introducción de un cambio sustancial del tipo descrito supondría un precio político inasumible por los partidos mayoritarios y de aspiraciones catch-all en España, por tanto, la solución no puede surgir de ellos, pero debemos plantearnos si deseamos, como apunta Sauvy, pastores graduados o graduados que sean pastores.

2. Redescubrir la información

La lucha gramsciana por la hegemonía, pasa indudablemente por la lucha contra los medios de comunicación de masas predominantes. Estos medios, acertadamente llamados de desinformación, promueven valores deleznables como el machismo, uno de los más evidentes quizá de entre una larga lista, o en el "mejor" de los casos reproducen una suerte de valores deseables deformándolos de tal forma que puedan adaptarse al sistema despiadado capitalista, es decir, volviéndolos casi irreconocibles; véase el feminismo como contraposición al machismo mencionado, un feminismo machista o pseudofeminismo (feminismo liberal).

Por otra parte, Barraycoa y Putnam sugieren una vuelta a la lectura en contra de lo audiovisual, pues  mantienen que aporta valores más deseables, cuanto menos, como un paso previo. La lectura supone la contención de la acción, la inversión a medio y largo plazo, lo que en economía sería el ahorro, promueve valores diametralmente opuestos a la posmodernidad, mientras que lo audiovisual implica inmediatez, consumo ipsofacto, si te gusta lo compras; y al igual que en la economía, los bienes más inmediatos suelen ser los que menos satisfacción nos reportan.

3. Repensar el ocio

La trabajadora actual no debe ni puede asumir los códigos de divertimento empresarial (un claro intento de lavado de cara que distraiga de la explotación que allí ocurre) como el ocio suficiente o necesario. Este divertimento no supone ni la cantidad ni la calidad del ocio óptimo para un individuo, puesto que el negocio es la NEGación del OCIO y no es posible su convivencia; en cambio, se deben alimentar la relaciones sociales al más puro estilo del Ágora que a tantos filósofos vio crecer, espacios de reflexión y debate que enriquezcan al conjunto. 

Hoy en día nadie quiere hablar de filosofía o política (en cualquier caso, tan solo de la menor de las políticas, la institucional). La absoluta mayoría de personas pueden enmarcarse en uno de los dos tipos de actitudes siguientes: la de pensamiento cero, "yo no tengo ideología u opinión sobre X tema / soy librepensador", es decir, que tienes la ideología u opinión hegemónica porque “el sentido común dominante es el sentido común de las clases dominantes"; o la de la posmodernidad, "yo pienso así (posverdad) y ni te atrevas a ponerlo en duda o discusión porque supone un ataque a mi libertad individual y derecho de opinión".

4. Volver a la pertenencia a un grupo

El Marxismo dota al trabajador de una visión global del mundo y la realidad que le rodea además del sentimiento de pertenencia a un grupo que marcha en favor del ritmo de la historia, en su misma dirección (a pesar de sentir cierta contracorriente coyuntural). 

Cuando esto se pierde con la caída de la URSS (la alternativa real al capitalismo) y la globalización junto a la posmodernidad acaban por destruir todo lo colectivo (la clase, los sindicatos, los partidos, las asociaciones, etc.) atomizando al individuo, el susodicho precariado (próximamente aceptado por la RAE) queda huérfano frente a dos caminos principalmente, dejarse llevar por la corriente, esto es la ideología hegemónica, claramente de corte neoliberal; o acogerse a una lucha, en cierto modo familiar, que pueda ganar, como la xenófoba de la nueva derecha radical.

5. Reconquistar el salario

Actualmente por el trabajo realizado se percibe un sueldo (originalmente, el dinero que cobra un soldado o mercenario), sin embargo, debemos recuperar el honorario (el dinero percibido por el honor y la dignidad del desempeño). 

No es nada nuevo para un marxista pero, el sueldo supone la cantidad justa y necesaria para que el proletariado logre sobrevivir y seguir siendo explotado, mientras que el honorario sería la cantidad correspondiente al valor del trabajo ejercido (sueldo + plusvalía).

9 de enero de 2018

Política democrática y comunicación: Un rapto consentido



Tiempo estimado de lectura: 5 minutos

Josep Maria Vallès realiza en Política democrática y comunicación: Un rapto consentido un excelso análisis sobre la relación de tensión existente entre las instituciones políticas de las clásicas democracias liberales occidentales y los medios de comunicación (de masas). Para ello, fija el ideal de política democrática como meta última y analiza la realidad actual situándonos en un punto ciertamente lejano al deseado. Siendo críticos deberíamos apuntar, a pesar de no ser de importancia capital, la precaria visión de las tecnologías de la información y comunicación 2.0 aun siendo conscientes del momento en que se escribe el artículo sobre el que trataremos, anterior a 2010.

La sensación que nos transmite Vallès durante el paper no es otra que la propia de un análisis exhaustivo y riguroso acotado en los términos de crítica hegemónicos, una descripción fiel, pero a la par moderada en su terminología y enfoque, del escenario que se nos presenta, que puede dar pie a una reinterpretación en clave realmente subversiva.

Esto es algo que no logré identificar en la primera lectura del trabajo, pero que, sin embargo, se me hizo evidente durante su exposición, lo cual incentivó su relectura. A continuación, trataremos de revisionarla en clave marxista con el objetivo de aumentar su potencial explicativo y descriptivo.

Como bien lee Mathias Reymond (2010: 199), Marx y Engels (1848) denotan que “el gobierno moderno no es sino un comité que administra los asuntos comunes de la clase burguesa entera”. La existencia del Estado se debe a su fin último, el de garantizar la dominación de la clase capitalista, poseedora de los medios de producción, sobre la clase obrera, siendo denominado como superestructura en el argot marxista. Para ello, del Estado se sirve de instituciones autodenominadas democráticas y libres para aumentar y legitimar la situación de injusticia social existente.

Desarrollando esta línea teórica se hace inevitable extender el análisis crítico hacia, lo que se entiende, un organismo ajeno al gobierno, los medios de comunicación dominantes de masas. Éstos, como instrumento intrínsecamente capitalista, colaboran en el refuerzo y mantenimiento del statu quo amparándose bajo la protección de las deformaciones de la libertad de prensa, de expresión y el derecho a la información. No será casual una de las citas que encontramos al pie de página en el artículo directamente relacionada con esta idea:

“La ironía consiste en que una prensa libre, concebida como baluarte de la libertad, sirve menos para reforzar la acción del pueblo como ciudadanos y mucho más para apoyar el poder económico de las empresas mediáticas y el poder político de las élites” (Bennet y Entman, 2000: 197).
La directa confabulación de los medios y la clase dominante no es algo que escape del análisis de Vallès, que a pesar de entender los medios de comunicación como un organismo, en cierto modo, autónomo (no como un mero instrumento capitalista), señala que “el producto informativo —o «desinformativo»— llega a veces a los medios de manera tan preelaborada que la función de los políticos profesionales que la originan puede calificarse como «autoría material» más que «cooperación necesaria»”(2010: 37).

Su lectura ingenua o comedida interpreta la clase política (por supuesto, incluida en la clase dominante en el análisis marxista) y los medios de comunicación como actores cuya interacción constante cristaliza en una suerte de simbiosis inexorable. La consecuencia directa de la cual “impide un control ciudadano adecuado sobre los medios de comunicación como actores políticos” (2010: 38) estableciendo su control por ellos mismos, o dicho de otra manera, “las opciones actuales oscilan entre una presunta autorregulación de los titulares de los medios y una supervisión compartida por profesionales y políticos en órganos de control ad hoc” (2010: 38). Por tanto, entiende ambos actores como aliados ajenos a la ciudadanía donde la teoría marxista ve una clase social cohesionada perpetuando su dominación sobre la otra.

Y tenemos que hacer referencia a la intervención presencial del autor puesto que no queda explícitamente expresado en el paper para tratar lo que Vallès identificaba como las causas, externas a los medios, de la supeditación de éstos ante las instituciones, clase política o poder hegemónico.

Las dos principales vías mediante las cuales el capital condiciona a los medios para el autor coinciden por completo con las cuatro herramientas que Barrow (1993: 24-25) menciona en Critical Theories of the State y parcialmente con las medidas propuestas en este blog:

“1. La colonización de las estructuras formadoras de los periodistas (financiamiento e intervenciones en las escuelas de periodismo);
2. La selección de los redactores en jefe y de los directores de los medias (hoy en día, un buen director de periódico debe ser un administrador con una habilidad confirmada);
3. La planificación de las líneas editoriales (ocultación de los temas sociales, tratamiento de los sujetos bajo el ángulo empresarial, disparidad cuantitativa y cualitativa en las entrevistas a las personalidades políticas);
4. La impregnación doctrinal (en las escuelas, universidades, pero también a través de la cultura y del deporte: exposición predominante de los valores del mercado, del individualismo, rechazo de lo colectivo…).”
Para Vallès, la dependencia económica del periodismo era por sí misma una vía, sobre lo que Barrow descompuso como las tres primeras herramientas. A diferencia de la cuarta, en la que coinciden y el autor catalán ejemplificaba prestando atención al peso cada vez más preponderante de las materias instrumentales en la educación primaria y secundaria, en detrimento de otras como la filosofía o la historia. De ello se extraía la conclusión de que la educación se estaba convirtiendo en el proceso de formación laboral más que en la dotación de herramientas lógicas y críticas para entender el mundo.

Es de esta última de donde se deriva uno de los conceptos más interesantes, la alienación. Vallès (2010: 33) sostiene que “el resultado final de la política mediatizada es a menudo el desencanto, la decepción, la alienación experimentada por la ciudadanía”. El autor nos permite leer en clave marxista la susodicha desafección y alienación de la ciudadanía y cree necesaria la lucha contra éstas como medio para conseguir el fin último, una ciudadanía consciente, crítica y participativa del proceso político. Pero la pregunta que deberíamos hacernos es la siguiente: ¿Cuán dista la democracia deliberativa propuesta por Vallès como horizonte ideal de la sociedad imaginada por Marx?
Fuente: VALLÈS, Josep Maria (2010), Política democrática y comunicación: Un rapto consentido, España: Revista de Estudios Políticos (nueva época), Nº 150, págs. 11-50.

De igual forma encontramos similitudes en el análisis sobre el grado de influencia de los medios de comunicación y sus degeneraciones (entiéndase poli-tainment info-tainment) y la aproximación marxista. La teoría de Karl Marx sostiene que los medios de comunicación ejercerán una influencia superior en las sociedades donde la organización de clase sea débil o no exista, buen ejemplo de ello serían los Estados Unidos de América, coincidiendo, no casualmente, con el paradigma del poli-tainment al que se refiere el autor.

De forma opuesta, donde se hace presente organización de clase como en algunos países latinoamericanos en la década de los setenta y ochenta (Bolivia, Venezuela, Chile, etc.) el secuestro de la información y la exclusión política del ciudadano ha sido menor. Por tanto, se observan, como señala James Petras (2008) diversas características comunes que parecen combatir la influencia de los medios y los valores que eso conllevan:

“1. La historia y la cultura de la comunidad y de la familia puede crear un filtro de bloqueo sobre la propaganda de los medios de comunicación, sobre todo en cuestiones socioeconómicas que afectan el lugar de trabajo, la vecindad y el nivel de vida.
2. La lucha de clases crea obligaciones de clase horizontales, sobre todo en respuesta al Estado y la represión de la clase dirigente, rehusando el nivel de vida, la concentración de riqueza y desahucios de masas y desplazamiento. La lucha de clases crea respuestas positivas a mensajes que refuerzan la lucha y un rechazo negativo a mensajes de medios de comunicación públicamente identificados que se posicionan al lado de la clase dirigente.
3. Las organizaciones de clase proporcionan un marco alternativo para entender acontecimientos, y para definir intereses de masas en los términos de clase que resuenan con su experiencia diaria y proporcionan la información y la interpretación que contestan a los medios de comunicación. Cuanto más alto es el grado de organización de clase y solidaridad de clase más débil será el impacto de los medios de comunicación en la opinión de masas. Lo opuesto es también verdadero. Mientras que en EE.UU, sindicatos son controlados por funcionarios que ganan más de 300,000 dólares en un año, acentuando la colaboración con los jefes (y que públicamente rechazan la política de lucha de clases) y son incapaces de organizar el 93 % de la mano de obra privada, los medios de comunicación lo tienen más fácil para influir en la opinión de las masas.
4. Cuanto más fuertes sean las redes de clase alternativas y la formación de opinión, más débil será la influencia de los medios de comunicación. Donde haya movimientos sociales que se desarrollan en un marco local, con líderes de opinión y comunidad, con activistas arraigados, es menos probable que  las masas tomarán las ideas sobre los acontecimientos desde los medios de comunicación, éstos aparecerán como algo formal y distante. En muchos casos las masas con criterio selectivo se sentarán ante los medios de comunicación para el ocio (deportes, telenovelas, comedias) rechazando sus noticieros y editoriales.”
Así que, enlazando con la cuestión de las (ya no nuevas) tecnologías de la comunicación y la información, éstas serán una herramienta de cambio siempre y cuando logren crear y afianzar los cuatro elementos aquí citados, dicho de otra forma, las TIC mejorarán la relación entre ciudadanía, medios de comunicación y política si eso pasa por la organización de clase como medio necesario para consecución del fin.

6 de enero de 2018

Los dos infiernos de Antonio Elorza



Tiempo estimado de lectura: 10 minutos


Antonio Elorza, catedrático en Ciencias Políticas en la Universidad Complutense de Madrid, escribió recientemente un panfleto en forma de tribuna en El País, coherentemente. En éste se hacía un resentido ataque hacia el origen y desarrollo del socialismo soviético, también conocido como socialismo real. Sorprendidos por la desfachatez de la que hace gala el autor en poco más de 700 palabras, hemos decidido realizar aquí un superficial, sin embargo necesario, análisis del discurso desempeñado por, el que debiera ser, un intelectual riguroso (aun en una tribuna de un periódico de tirada plurinacional).

Antes de entrar en materia es de recibo una pequeña introducción biográfica, para el señor Elorza será suficiente con recordar su trayectoria ideológico-política. Partió del marxismo-leninismo más ortodoxo del PCE vasco, en el que militó desde 1977 hasta su expulsión cuatro años más tarde, a finales de 1981; tras dicho episodio pasó a formar parte de la fundación de Izquierda Unida, de la cual se desvinculó notablemente al apoyar de forma pública la candidatura de UPyD y su número 1, Rosa Díez en 2008. Actualmente es un firme defensor de la Constitución Española de 1978 y de la indisolubilidad del Estado patente en ella, por consiguiente, también se presenta como opositor a las posturas nacionalistas no españolistas dentro del Estado español.


Resultados de la búsqueda

Al conmemorar el centenario de la Revolución de Octubre conviene recordar algo: lo contrario del infierno no es necesariamente el paraíso, sino que con frecuencia suele ser otro infierno. La observación debe aplicarse a la justificación más utilizada para esconder la barbarie practicada por el comunismo soviético, cuando se le compara con el más brutal de los fascismos, el nacionalsocialismo de Hitler. El espontáneo defensor añadirá que de esa pesadilla se libró el mundo gracias a la victoria de la URSS guiada por Stalin, olvidando el pacto Molotov-Ribbentrop de 1939. 

En la primera línea ya nos ha dejado clara su intención, escribe sobre un día señalado en el imaginario socialista para aguar la fiesta, el Grinch de la izquierda. Será con frecuencia si Elorza lo dice, pero no resulta fácil imaginar muchos casos en que lo contrario a algo terrible sea otra cosa terrible, sinceramente. En cuanto a la justificación, que gracias a la URSS se derrotó al fascismo te lo dirá un marxista en 2018, el 57% de los franceses en 1945 o el propio Roosevelt en 1943: 
En nombre del pueblo estadounidense, quiero comunicar al Ejército Rojo, en su XXV aniversario, nuestra profunda admiración por sus logros, que no tienen parangón en la historia.[…] El Ejército Rojo y el pueblo ruso han encauzado a las fuerzas de Hitler hacia la derrota y se han ganado la admiración del pueblo de Estados Unidos.” (Butler, 2007: 189)
Es conocida la intención de Hitler por invadir el territorio soviético por lo que Stalin accedió a firmar el pacto de no agresión basándose en que es preferible una paz insatisfactoria a una horrible guerra, en cualquier caso, tras la negativa de Francia y Reino Unido a formar un frente común. No olvidamos el pacto, tan solo lo contextualizamos.

Una vez conocido el componente terrorista de la política de Lenin, tras la apertura parcial de los archivos de Moscú, se desvanece la imagen del gran revolucionario, cuyos excesos serían explicables por la guerra civil, contrapuesto al criminal que desvirtuó transitoriamente la gran obra de construcción del “socialismo real”. En el marxismo soviético, como en el nazismo, el terror fue consustancial al sistema. Y no es una cuestión secundaria en la medida que siguen existiendo organizaciones políticas que se refugian detrás de su ocultamiento, con el santo propósito de destruir la democracia, en nuestro caso “el régimen de 1978”, ‘actualizando la desestabilización practicada por aquel “calvo genial”. La broma es como para ser tomada en serio.

Volvemos a la igualación más rastrera, abstracta y subjetiva. No contento con ello, pretende tachar de antidemocráticos por igual a los partidos marxistas (esto es desde socialdemócratas hasta leninistas) y a los fascistas, puesto que ambos grupos pueden atentar contra el esquema de fuerzas de 1978 y el sistema pseudodemocrático que surgió del mismo.
Colocar en el mismo plano moral el comunismo ruso y el nazifascismo, en la medida en que ambos serían totalitarios, en el mejor de los casos es una superficialidad; en el peor es fascismo. Quien insiste en esta equiparación puede considerarse un demócrata, pero en verdad y en el fondo de su corazón es en realidad ya un fascista, y desde luego sólo combatirá el fascismo de manera aparente e hipócrita, mientras deja todo su odio para el comunismo. - Thomas Mann
A estas alturas del artículo Elorza ya ha puesto las cartas sobre la mesa, identifica el ideal democrático con el régimen del 78 y emprende una cruzada cual converso, en contra de los que hace unos años eran "los suyos".

Un criminal político no exculpa a su oponente. Hitler o Mussolini no justifican a Stalin o a Lenin, ni a la inversa. Todos establecieron regímenes totalitarios donde el correlato del monopolio de poder en manos del partido-Estado fue el aplastamiento de los derechos humanos hasta llegar al genocidio. 

Al respecto del totalitarismo, Raymond Aron recoge el testigo de Hannah Arendt y en su obra Democracia y totalitarismo ofrece cinco características del totalitarismo que pasamos a extrapolar al susodicho régimen del 78:

1. Un único partido posee el monopolio de la actividad política legítima.

       PP y PSOE han jugado un papel bipartidista y continuista en cuestiones centrales actuando así como un solo partido -como el Partido Conservador y el Partido Liberal de la Restauración- hasta la llegada de nuevos partidos en 2012 si se quiere, o incluso hasta día de hoy, puesto que ninguno de estos nuevos partidos ha logrado formar gobierno aún.

2. Dicho partido único está armado de una ideología que le confiere una autoridad absoluta.

       PP y PSOE son los partidos constitucionalistas, armados con una constitución (que les confiere una autoridad absoluta) caduca, retrógrada y desvirtuada casi por completo.

3. El estado se reserva el monopolio de los medios de persuasión y coacción, los medios de comunicación son dirigidos por el estado (en concreto las telecomunicaciones).

       La aplicación del artículo 155 en Catalunya y la ingente desinformación promovida por los medios del régimen son un perfecto ejemplo de ello.

4. La economía, al menos en gran parte es controlada por el estado y se convierte en parte del estado mismo.

       La economía está controlada por las elites de dicho régimen extrayendo el beneficio de cualquier actividad y socializando las pérdidas, como Bankia o Telefónica.

5. Politización de toda actividad, terror. Las faltas cometidas por los individuos en el marco de una actividad económica o profesional son simultáneamente faltas ideológicas. Esto entraña una conversión en ideológicas de todas las faltas o delitos cometidos por los individuos que lleva a un terror ideológico y policial.

       ¿Los 13 raperos de La Insurgencia, no han sido juzgados por motivos de este tipo?

Sorprende que pudiendo compartir categoría, el ideal democrático del autor y el peor infierno jamás imaginado por el mismo le parezcan realidades opuestas y completamente distintas. Si bien es cierto que en este caso no podríamos hablar de genocidio en masa, no obstante, los más de 50 feminicidios, 500 trabajadores que murieron a causa de accidentes laborales, y 1.160 defunciones por accidentes de tráfico este 2017 o las muertes provocadas fuera de los márgenes estatales por actores españoles son producto de un sistema económico y político concreto, pero no hay tribunas de Elorza denunciando un sistema consustancialmente asesino como es el que defiende, brutalmente cruel aun en el siglo XXI, con el desarrollo que esto implica, y en un época de relativa bonanza, ventajas de las que no disfrutaba la  URSS.

En el caso del comunismo, es preciso ampliar el espacio iluminado más allá del estalinismo. Tanto para el interior del sistema soviético como hacia su exterior. Hoy sabemos que la eliminación del adversario no fue una táctica aplicada excepcionalmente a Trotski. Venía de antes y siguió vigente hasta los años setenta. Cualquier dirigente comunista que pensaba por su cuenta, disintiendo de la URSS, incluso los “queridos camaradas” al frente de “partidos hermanos”, podía ver su vida en peligro en un hospital soviético o por un camión que arrollaba su vehículo en tierras del “socialismo realmente existente”. Son los casos comprobados de Togliatti, al desobedecer a Stalin, de Berlinguer e incluso de figuras menos relevantes, como el “comandante Carlos” de nuestra Guerra Civil. “La NKVD no olvida”, sentenció este último. Y el Politburó del PCUS no perdona, cabría añadir.

El frame de "comunistas asesinos" resulta tentador, es comprensible, pero a un historiador se le puede exigir algo de transparencia, una mención a los innumerables asesinatos perpetrados por la CIA o la relación de Estados Unidos con los nazis para luchar contra la Unión Soviética habrían ayudado a no malinterpretar los hechos.

Y está el espacio exterior, habitualmente disociado de la URSS a la hora de establecer un balance general de la experiencia comunista. En particular, la segregación afecta al comunismo asiático, visto como si se hubiera tratado de una flor exótica. Tanto Kim Jong-un, como el Mao de los 40 millones de muertos en el Gran Salto Adelante o los jemeres rojos con 1,5 millones de víctimas sobre ocho millones de camboyanos, son ramas del árbol del marxismo-leninismo. No pueden extraerse de la valoración global.

Clásico párrafo de todo discurso anticomunista de bar, los millones de muertos del comunismo. La cifras que se pueden oír provienen de El libro negro del comunismo, un recuento llevado a cabo por 6 historiadores en el que se alcanza la inverosímil cifra de 100 millones. Tras su publicación 3 de los 6 autores se desmarcaron de dicho recuento total y la igualación del comunismo y el nazismo (término que usaron ellos, no obstante, la comparación, 20 millones de muertos nazis contra 100 millones comunistas y 20 años de duración del régimen nazi contra 60 marxistas da una notable preferencia al nazismo) por parte de S. Courtois, el editor.

Elorza menciona a Kim Jong-un (Corea del Norte), Mao (China) y los Jemeres Rojos (Camboya), por lo que la cuenta de muertos del comunismo sumaría entre 42 y 45 millones a los de la URSS (igual de discutibles que los mencionados). Contrastemos brevemente dichas cifras.

Sobre Kim Jong-un, actual presidente de la República Popular Democrática de Corea del Norte, no vamos a extendernos, puesto que la manipulación y mentiras publicadas sobre su persona y el país por completo están más que evidenciadas.


En cuanto a Mao, sorprende que el autor no haya caído en adjudicarle 65 o incluso 70 millones de muertes, pues es la cifra que manejan muchos de los medios del Estado español. Aunque pensándolo bien, quizá solo se ha referido a las muertes que tuvieron lugar durante el Gran Salto Adelante y la hambruna consiguiente.



La única manera en que Mao pueda ser responsable directo de dichas muertes es que se olvide el tamaño poblacional de China a la vez que se les culpe de los desastres naturales acaecidos y de la política comercial asfixiante estadounidense.

El verano de 1959 el Huang He, el sexto río más largo del mundo, inundó la región este de China lo que provocó, por hambre o ahogamiento, el fallecimiento de aproximadamente 2 millones de personas tal y como apunta el Disaster Center. Además, a lo largo de 1960 más de la mitad de la tierra de cultivo se vio afectada por una gran sequía y fenómenos climatológicos adversos reflejados en la Encyclopædia Britannica. 


La suma principalmente de estos 2 acontecimientos redujo hasta en un 70% el nivel de producción de grano durante la mayor parte del Gran Salto Adelante (1958-1961) lo que provocó una hambruna terriblemente devastadora, la peor desde 1897. Sin embargo, podrían haberse paliado de no ser por el embargo comercial ejercido por Estados Unidos a China durante el periodo. Los norteamericanos limitaron las toneladas de grano que Canadá y Australia pretendían vender.


No hay consenso entre historiadores en cuanto al número total de muertes, mas la mayoría (Peng, Coale, Ashton et al., Banister, Becker, Cao, etc.) lo sitúan en torno a los 30 millones, a los cuales debemos restar 2 millones de las inundaciones comentadas. Por lo tanto, a la postre deberíamos contar con 28 millones de muertes sobre un total de más de 660 millones debidas a múltiples factores, difícilmente adjudicables de forma directa al comunismo.


Por último, el genocidio camboyano y quienes lo llevaron a cabo tienen, de facto, poco que ver con el comunismo. Pol Pot encabezando el ala más radical del PRPK obtuvo el apoyo popular suficiente para instaurar un régimen dictatorial y totalitario en Camboya gracias al rechazo generado hacia Estados Unidos por el intensísimo bombardeo al que sometieron al país, conocido como Operación Menú.


Pese a que dicho proyecto adaptó algunas de las ideas de la empresa maoísta, es una aberración considerar el populismo genocida y antimodernidad de Pol Pot uno de los ejercicios marxistas del momento.

Existía en el comunismo una diferencia sustancial del nazismo en cuanto a su dimensión teleológica: la emancipación de la humanidad frente al imperio de una raza. Esto resultó inútil para corregir al totalitarismo soviético en sus distintas variantes, pero explicaría la evolución del comunismo eurooccidental hacia la democracia y su papel positivo allí donde los comunistas se enfrentaron al fascismo. Pero es una tradición política agostada desde la década de 1980 y hoy sin influencia real sobre la izquierda en crisis.

Tampoco es aceptable creer que la experiencia fascista concluyó en 1945, ni siquiera que las democracias occidentales supieron mantener las promesas entonces formuladas. El mejor ejemplo lo ofreció la política norteamericana, creando escenarios infernales, de Indochina a Irak, especialmente bajo las presidencias de Nixon y Bush Jr., contribuyendo a asentar el horror de los neosultanismos prooccidentales (ejemplo, el de Mobutu en el Congo, a medias con Bélgica y Francia). La influencia de los fascismos, en su componente populista o en la negación radical de los derechos civiles y en la exaltación de líderes carismáticos, ha seguido difundiéndose bajo distintas máscaras políticas a escala mundial.


Y queda la variante del totalismo horizontal, fundado sobre una xenofobia cada vez más presente, incluso muy cerca de nosotros. Según nos enseña el budismo, cabe más de un infierno dentro del mismo marco ideológico. Incluso según muestra la tragedia de los rohingya en Birmania, puede existir un infierno construido desde una religión de paz.

Finalmente parece que tan malo como lo pintaba no sería el proyecto socialista cuando allí donde ganó terreno se dio paso a democracias más o menos progresistas, pero no solo eso, sino que la existencia de una alternativa real y viable al capitalismo más salvaje logró arrastrar la hegemonía hacia la izquierda obligando a las élites de distintos países a ceder en cuanto a derechos sociales. Y acabamos suscribiendo de la primera a la última palabra  de la siguiente intervención en Fort Apache por parte de Nines Maestro.