9 de enero de 2018

Política democrática y comunicación: Un rapto consentido



Tiempo estimado de lectura: 5 minutos

Josep Maria Vallès realiza en Política democrática y comunicación: Un rapto consentido un excelso análisis sobre la relación de tensión existente entre las instituciones políticas de las clásicas democracias liberales occidentales y los medios de comunicación (de masas). Para ello, fija el ideal de política democrática como meta última y analiza la realidad actual situándonos en un punto ciertamente lejano al deseado. Siendo críticos deberíamos apuntar, a pesar de no ser de importancia capital, la precaria visión de las tecnologías de la información y comunicación 2.0 aun siendo conscientes del momento en que se escribe el artículo sobre el que trataremos, anterior a 2010.

La sensación que nos transmite Vallès durante el paper no es otra que la propia de un análisis exhaustivo y riguroso acotado en los términos de crítica hegemónicos, una descripción fiel, pero a la par moderada en su terminología y enfoque, del escenario que se nos presenta, que puede dar pie a una reinterpretación en clave realmente subversiva.

Esto es algo que no logré identificar en la primera lectura del trabajo, pero que, sin embargo, se me hizo evidente durante su exposición, lo cual incentivó su relectura. A continuación, trataremos de revisionarla en clave marxista con el objetivo de aumentar su potencial explicativo y descriptivo.

Como bien lee Mathias Reymond (2010: 199), Marx y Engels (1848) denotan que “el gobierno moderno no es sino un comité que administra los asuntos comunes de la clase burguesa entera”. La existencia del Estado se debe a su fin último, el de garantizar la dominación de la clase capitalista, poseedora de los medios de producción, sobre la clase obrera, siendo denominado como superestructura en el argot marxista. Para ello, del Estado se sirve de instituciones autodenominadas democráticas y libres para aumentar y legitimar la situación de injusticia social existente.

Desarrollando esta línea teórica se hace inevitable extender el análisis crítico hacia, lo que se entiende, un organismo ajeno al gobierno, los medios de comunicación dominantes de masas. Éstos, como instrumento intrínsecamente capitalista, colaboran en el refuerzo y mantenimiento del statu quo amparándose bajo la protección de las deformaciones de la libertad de prensa, de expresión y el derecho a la información. No será casual una de las citas que encontramos al pie de página en el artículo directamente relacionada con esta idea:

“La ironía consiste en que una prensa libre, concebida como baluarte de la libertad, sirve menos para reforzar la acción del pueblo como ciudadanos y mucho más para apoyar el poder económico de las empresas mediáticas y el poder político de las élites” (Bennet y Entman, 2000: 197).
La directa confabulación de los medios y la clase dominante no es algo que escape del análisis de Vallès, que a pesar de entender los medios de comunicación como un organismo, en cierto modo, autónomo (no como un mero instrumento capitalista), señala que “el producto informativo —o «desinformativo»— llega a veces a los medios de manera tan preelaborada que la función de los políticos profesionales que la originan puede calificarse como «autoría material» más que «cooperación necesaria»”(2010: 37).

Su lectura ingenua o comedida interpreta la clase política (por supuesto, incluida en la clase dominante en el análisis marxista) y los medios de comunicación como actores cuya interacción constante cristaliza en una suerte de simbiosis inexorable. La consecuencia directa de la cual “impide un control ciudadano adecuado sobre los medios de comunicación como actores políticos” (2010: 38) estableciendo su control por ellos mismos, o dicho de otra manera, “las opciones actuales oscilan entre una presunta autorregulación de los titulares de los medios y una supervisión compartida por profesionales y políticos en órganos de control ad hoc” (2010: 38). Por tanto, entiende ambos actores como aliados ajenos a la ciudadanía donde la teoría marxista ve una clase social cohesionada perpetuando su dominación sobre la otra.

Y tenemos que hacer referencia a la intervención presencial del autor puesto que no queda explícitamente expresado en el paper para tratar lo que Vallès identificaba como las causas, externas a los medios, de la supeditación de éstos ante las instituciones, clase política o poder hegemónico.

Las dos principales vías mediante las cuales el capital condiciona a los medios para el autor coinciden por completo con las cuatro herramientas que Barrow (1993: 24-25) menciona en Critical Theories of the State y parcialmente con las medidas propuestas en este blog:

“1. La colonización de las estructuras formadoras de los periodistas (financiamiento e intervenciones en las escuelas de periodismo);
2. La selección de los redactores en jefe y de los directores de los medias (hoy en día, un buen director de periódico debe ser un administrador con una habilidad confirmada);
3. La planificación de las líneas editoriales (ocultación de los temas sociales, tratamiento de los sujetos bajo el ángulo empresarial, disparidad cuantitativa y cualitativa en las entrevistas a las personalidades políticas);
4. La impregnación doctrinal (en las escuelas, universidades, pero también a través de la cultura y del deporte: exposición predominante de los valores del mercado, del individualismo, rechazo de lo colectivo…).”
Para Vallès, la dependencia económica del periodismo era por sí misma una vía, sobre lo que Barrow descompuso como las tres primeras herramientas. A diferencia de la cuarta, en la que coinciden y el autor catalán ejemplificaba prestando atención al peso cada vez más preponderante de las materias instrumentales en la educación primaria y secundaria, en detrimento de otras como la filosofía o la historia. De ello se extraía la conclusión de que la educación se estaba convirtiendo en el proceso de formación laboral más que en la dotación de herramientas lógicas y críticas para entender el mundo.

Es de esta última de donde se deriva uno de los conceptos más interesantes, la alienación. Vallès (2010: 33) sostiene que “el resultado final de la política mediatizada es a menudo el desencanto, la decepción, la alienación experimentada por la ciudadanía”. El autor nos permite leer en clave marxista la susodicha desafección y alienación de la ciudadanía y cree necesaria la lucha contra éstas como medio para conseguir el fin último, una ciudadanía consciente, crítica y participativa del proceso político. Pero la pregunta que deberíamos hacernos es la siguiente: ¿Cuán dista la democracia deliberativa propuesta por Vallès como horizonte ideal de la sociedad imaginada por Marx?
Fuente: VALLÈS, Josep Maria (2010), Política democrática y comunicación: Un rapto consentido, España: Revista de Estudios Políticos (nueva época), Nº 150, págs. 11-50.

De igual forma encontramos similitudes en el análisis sobre el grado de influencia de los medios de comunicación y sus degeneraciones (entiéndase poli-tainment info-tainment) y la aproximación marxista. La teoría de Karl Marx sostiene que los medios de comunicación ejercerán una influencia superior en las sociedades donde la organización de clase sea débil o no exista, buen ejemplo de ello serían los Estados Unidos de América, coincidiendo, no casualmente, con el paradigma del poli-tainment al que se refiere el autor.

De forma opuesta, donde se hace presente organización de clase como en algunos países latinoamericanos en la década de los setenta y ochenta (Bolivia, Venezuela, Chile, etc.) el secuestro de la información y la exclusión política del ciudadano ha sido menor. Por tanto, se observan, como señala James Petras (2008) diversas características comunes que parecen combatir la influencia de los medios y los valores que eso conllevan:

“1. La historia y la cultura de la comunidad y de la familia puede crear un filtro de bloqueo sobre la propaganda de los medios de comunicación, sobre todo en cuestiones socioeconómicas que afectan el lugar de trabajo, la vecindad y el nivel de vida.
2. La lucha de clases crea obligaciones de clase horizontales, sobre todo en respuesta al Estado y la represión de la clase dirigente, rehusando el nivel de vida, la concentración de riqueza y desahucios de masas y desplazamiento. La lucha de clases crea respuestas positivas a mensajes que refuerzan la lucha y un rechazo negativo a mensajes de medios de comunicación públicamente identificados que se posicionan al lado de la clase dirigente.
3. Las organizaciones de clase proporcionan un marco alternativo para entender acontecimientos, y para definir intereses de masas en los términos de clase que resuenan con su experiencia diaria y proporcionan la información y la interpretación que contestan a los medios de comunicación. Cuanto más alto es el grado de organización de clase y solidaridad de clase más débil será el impacto de los medios de comunicación en la opinión de masas. Lo opuesto es también verdadero. Mientras que en EE.UU, sindicatos son controlados por funcionarios que ganan más de 300,000 dólares en un año, acentuando la colaboración con los jefes (y que públicamente rechazan la política de lucha de clases) y son incapaces de organizar el 93 % de la mano de obra privada, los medios de comunicación lo tienen más fácil para influir en la opinión de las masas.
4. Cuanto más fuertes sean las redes de clase alternativas y la formación de opinión, más débil será la influencia de los medios de comunicación. Donde haya movimientos sociales que se desarrollan en un marco local, con líderes de opinión y comunidad, con activistas arraigados, es menos probable que  las masas tomarán las ideas sobre los acontecimientos desde los medios de comunicación, éstos aparecerán como algo formal y distante. En muchos casos las masas con criterio selectivo se sentarán ante los medios de comunicación para el ocio (deportes, telenovelas, comedias) rechazando sus noticieros y editoriales.”
Así que, enlazando con la cuestión de las (ya no nuevas) tecnologías de la comunicación y la información, éstas serán una herramienta de cambio siempre y cuando logren crear y afianzar los cuatro elementos aquí citados, dicho de otra forma, las TIC mejorarán la relación entre ciudadanía, medios de comunicación y política si eso pasa por la organización de clase como medio necesario para consecución del fin.

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