3 de enero de 2018

La cultura del esfuerzo

Tiempo estimado de lectura: 5 minutos

Podemos identificar, sin demasiada dificultad, una serie de mantras relacionados con el esfuerzo que se reproducen de forma recurrente con el fin de lograr un espacio privilegiado en el imaginario colectivo: si te esfuerzas puedes conseguir todo lo que te propongas, sigue tus sueños, hazte a ti mismo, el éxito no depende de la suerte, el trabajo os hará libres, etc. No es casualidad que sea esa la visión hegemónica, dichos eslóganes son productos ideológicos con los que nos bombardean sin descanso, sea de forma explícita o implícita como es el caso del cine (véanse Rocky o Whiplash). Por lo tanto, se hace evidente la necesidad de analizar qué hay detrás de dicho concepto y a qué intereses obedece.

Max Weber trataba el esfuerzo desde la perspectiva del trabajo en La ética protestante y el espíritu del capitalismo apuntando a la distinta interpretación que han hecho católicos y protestantes del trabajo como causa del mayor desarrollo económico por parte de los estados marcados por la escisión cristiana. 

De Weber se extrae el individualismo y el afán por la acumulación de riqueza como pilares fundamentales sobre los que se erige una ética beneficiosa para el sistema capitalista. El ser humano, según dicha moral religiosa, debe dedicar su vida a descubrir el designio divino sin ayuda alguna, en la más absoluta soledad; Dios ayuda al que se ayuda a si mismo. El resultado del conjunto de directrices protestantes es una persona austera que basa su vida en el trabajo, puesto que el éxito económico se vislumbra como gracia divina, con el fin de acumular capital, no para el disfrute personal sino para acercarse a la salvación.
"La riqueza es reprobable solo cuando incita a la pereza corrompida y al goce sensual de la vida; el deseo de enriquecerse solo es malo cuando tiene por fin asegurarse una vida despreocupada y cómoda [...], pero como ejercicio del deber profesional, no solo es éticamente lícito, sino constituye un precepto obligatorio". (Weber, 1905)
Más tarde, el liberalismo y su reformulación posterior recuperarían parte de esa visión con la apología del self-made man, el hombre que empezó de cero y se hecho (rico) a si mismo sin ayuda de nadie, sin suerte, sin herencia, tan solo con el sudor de su frente, y por consiguiente el éxito como producto del esfuerzo.

Por supuesto, el marxismo, probablemente una de las ideologías con mayor grado de antagonismo con respecto al liberalismo y al individualismo metodológico de Weber, no reniega del esfuerzo, éste no es visto como algo negativo como el cuñadismo ilustrado cree. El esfuerzo es necesario, el trabajo dignifica, sin embargo, con esfuerzo, constancia y dedicación plenas no siempre se obtiene lo propuesto, el liberalismo descuida (voluntariamente) un sinfín de factores en los que la influencia individual no tiene papel alguno, la carga ideológica de la propaganda neoliberal me iguala a mí, hijo de trabajadores que se vieron forzados a emigrar para poder ganarse la vida, con Ana Patricia Botín , hija de un banquero multimillonario que heredó su fortuna en forma de banco creado gracias a un favor de la Reina Isabel II en 1857 y que creció por la afición de Alfonso XII en veranear en Santander. La lógica liberal apela a un individualismo poco más que una suerte de valor irracional tremendamente extendido y asumido en la clase oprimida mientras brilla por su ausencia entre los opresores, que casualmente son los promotores de dicho mensaje.

Raro es el día que los medios de desinformación no procuren dedicar generosamente parte de su espacio en alabar las proezas heroicas de millonarios como Amancio Ortega, Emilio Botín, Juan Roig, Steve Jobs o Bill Gates. Se les representa como mentes privilegiadas, semidioses que unieron una idea innovadora con una gran cultura del esfuerzo, que hicieron arduos sacrificios para conseguir su objetivo y, aun no siendo un camino fácil, lograron sus metas a base de constancia. Eso los sitúa en el Hall of Fame del capitalismo pero no es suficiente, para que sean realmente útiles es necesario que las "personas normales" podamos vernos reflejados en ellos y así seguir su ejemplo, así que hacen especial hincapié en su campechanía, al igual que el rey se muestra cercano comiendo de menú -algo que las personas mundanas hacemos porque nuestra economía es la que elige, mientras que él amasa una fortuna de procedencia, cuanto menos, inmoral-, el magnate y máximo accionista de Inditex se emociona ante un flashmob realizado por sus (esclavos) asalariados el día de su 80 cumpleaños y el presidente de Mercadona cobra apariencia de trabajador siendo galardonado con una Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo por el gobierno. Éste último no duda en participar activamente en la legitimación de la falacia en cuestión:
"He ido aprendiendo a través de la vida que el éxito depende de varios factores, si te esfuerzas, estudias mucho, pones mucha mucha pasión y trabajo y te rodeas de una gran familia, lo consigues. [...] Este galardón sirve para ratificar mi compromiso y seguir demostrando con hechos que el trabajo y el esfuerzo sirven para conseguir riqueza, empleo y bienestar."
Nada más lejos de la realidad, está estadísticamente probado que el factor que más predispone a un individuo a ser pobre no es ser un vago, tampoco tiene apenas relación con el número de horas que se trabaje, el factor más influyente en la vida de una persona económicamente no es otro que haber nacido pobre. Por tanto, el cuento de la movilidad social es exactamente eso, un cuento; así lo demuestra Fabrizio Benardi (2007) en su estudio de la Movilidad Social y Dinámicas Familiares, donde concluye lo siguiente:
"El análisis para los años más recientes (1977 y 2004) ha puesto de manifiesto que las oportunidades ocupacionales de los jóvenes con respecto a la cohorte a la que pertenecen sus padres han empeorado."
La interiorización de este falso mantra conlleva, entonces, a transformarse en personas irracionalmente trabajadoras, sumisas, acríticas y fácilmente explotables que, por una creencia casi religiosa en sus referentes, acaban por culparse a si mismos por no ser capaces que cumplir con unas expectativas falsas e impuestas de forma vehemente. Se acaba por vivir para trabajar (lo que todo explotador desea que hagan los explotados) en lugar de entender el trabajo como un medio para vivir; eso les aleja de cuestionar el sistema y suponer un problema para el injusto y cruel funcionamiento del mismo.

La división de la clase trabajadora provocada por el individualismo es altamente beneficiosa para los capitalistas, mientras en números absolutos les sería imposible imponer las reglas de juego, se toman al pie de la letra eso de divide y vencerás y, siendo ellos un conjunto homogéneo y coordinado, pretenden medir fuerzas a nivel individual, trabajador a trabajador (el mercado laboral es prueba de ello).

Y finalmente, a modo de síntesis, podemos extraer las dos principales ideas fuerza que enmarcan la cultura del esfuerzo a día de hoy. Por un lado, como hemos dicho, el individualismo como estrategia óptima para el desarrollo personal en cualquier ámbito de la vida y especialmente en lo económico; y por otro lado, la relación de causalidad que se establece entre el esfuerzo y el éxito, se sostiene que mucho esfuerzo conduce inequívocamente al éxito, lo cual lleva a tildar a la persona exitosa (en el sistema capitalista el éxito se mide en capital) de héroe e, inexorablemente, al no-rico de vago, ignorando por completo la desigualdad de oportunidades aun siendo ésta fundamental para dicho análisis.

2 comentarios:

  1. Ese discurso ha calado hasta en las universidades

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    1. Por supuesto, como se menciona de algún modo en el análisis de la obra de Josep Maria Vallès (https://marcosyencuadres.blogspot.com.es/2018/01/politica-democratica-y-comunicacion-un.html):

      "el autor catalán ejemplificaba prestando atención al peso cada vez más preponderante de las materias instrumentales en la educación primaria y secundaria, en detrimento de otras como la filosofía o la historia. De ello se extraía la conclusión de que la educación se estaba convirtiendo en el proceso de formación laboral más que en la dotación de herramientas lógicas y críticas para entender el mundo."

      El discurso hegemónico pretende colonizar la educación (en todas sus formas) como pilar fundamental.

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