20 de febrero de 2018

Pregúntale a Marx: ¿Menos café y más plan de pensiones?


Tiempo estimado de lectura: 3 minutos

Hace apenas unos días, los genios y analistas políticos (véase el tono irónico) que Antena3 tiene a bien alimentar con un sueldo 4 veces mayor del que un servidor podrá disfrutar nunca, debatían sobre la mísera subida de las pensiones, de un 0,25%. 

Sería lógico pensar que dichos pseudoexpertos criticarían fuertemente ese paupérrimo aumento al compararlo con el del Índice de Precios al Consumidor (IPC), ya sea por sentido común o porque resulta facilísimo e incluso popular criticar una medida del gobierno del PP. Nada más lejos de la realidad, en Antena3, haciéndole la segunda a El País en su cruzada por vendernos la pobreza como algo cool y moderno, parieron un tuit a modo de titular que resumía lo expuesto por una colaboradora del programa.


Una vez más, los palmeros de la derecha más nauseabunda desvían la discusión, obviamos el debate "La subida de las pensiones es una miseria" para emplazarnos en el encuadre "¿Qué podemos hacer para ahorrar el dinero suficiente como para vivir de un plan de pensiones privado?".

Éste es un hecho lamentable en más de un sentido, por un lado distraen la atención de lo verdaderamente importante, la injusticia que da pie a la supuesta temática del programa, LA INSOSTENIBILIDAD DE LAS PENSIONES PÚBLICAS; por otro lado, culpan al ciudadano de su pobreza o de dicha insostenibilidad, puesto que está gastando 28.000€ por puro placer, menudo manirroto; y a modo de guinda, hacen una suerte de propaganda de los planes de pensiones privados, es decir, si quitándote del café te ahorras 28.000€ y ese dinero lo inviertes en plan de pensiones, podrás jubilarte a base de cafés. 

Al ver como blanquean descaradamente la imagen del partido en el gobierno y su actuación casi delictiva desplazando la culpa a las víctimas de dicha injusticia empleando el ahorro como excusa, recordé la siguiente anécdota de Marx; es bien sabido que al bueno de Karl le perdía la adicción por el tabaco, dada su situación económica siempre fumaba una de las peores marcas por su precio. No obstante, un día descubrió una marca mucho más barata en la que calculó que se ahorraba X cantidad de dinero por cajetilla, así que mayor sería el ahorro cuanto mayor fuera el consumo. Y su afán ahorrador le llevó a fumar tal cantidad de cigarros que el médico tuvo que exigirle que dejara de enriquecerse de esa forma si quería seguir viviendo (sería un médico leninista antes que Lenin).

15 de febrero de 2018

El voto electrónico



Tiempo estimado de lectura: 10 minutos


La democracia representativa tradicional se ha presentado, aparentemente, como el modelo menos malo de gobierno, sin embargo, arrastra ciertos déficits que enturbian la nitidez necesaria para su óptimo desarrollo. Estas carencias han sido replanteadas con la llegada de las tecnologías de la comunicación la información, en concreto el ámbito del que vamos a tratar, el voto electrónico.

Realizaremos un pequeño repaso de la situación antes de pasar a presentar la definición y descripción de lo que entendemos por voto electrónico y todas sus modalidades, sus fortalezas y sus debilidades.

Las TIC no son un elemento nuevo, su llegada ha transformado por completo la sociedad penetrando en todos y cada uno de sus aspectos. Al igual que en la economía ha dado lugar a conceptos como el e-business o el e-commerce, en la gobernanza el e-government, o en la administración pública e-administration, en lo referido a la participación política ha tomado forma de democracia electrónica (e-democracy) tratando de, como hemos comentado, salvar las imperfecciones tradicionales mientras creaba, inexorablemente, una nueva brecha, la digital.

La democracia electrónica viene acompañada del establecimiento de nuevas relaciones entre individuos –conexiones horizontales y en comunidad donde internet, los foros y las redes sociales juegan un papel fundamental– así como el modo por excelencia en que se expresan los intereses de los individuos en un sistema democrático, el voto.

En las últimas tres décadas, además, ha aumentado la frecuencia con la que se realizan procesos electorales –en parte a causa de la mejora democrática que han experimentado algunos países latinoamericanos especialmente– y tanto países en desarrollo, en busca de procesos electorales transparentes con resultados indiscutibles, como países desarrollados, persiguiendo una mayor eficiencia y rapidez en los mismos, han optado la utilización de la tecnología (e-voting) como medio que permite la mejora en la realización de las citas electorales.

Antecedentes

El voto electrónico en sus formas diversas ha alcanzado recientemente atraer el foco de la atención, pero sus precedentes datan, aunque desarrollados de forma irregular, de incluso finales del siglo XIX, cuando aparece en Estados Unidos una de las primeras aplicaciones de tecnologías electromecánicas para el voto y posterior recuento de papeletas. Thomas Edison patentó en 1869 un sistema de grabación de voto electrónico y Jacob H. Myers diseñó la Automatic Voting Machine, utilizada en distintos eventos electorales en el estado de Nueva York, en 1892.

Ya en la primera mitad del siglo XX se perfilaron distintos prototipos de máquina electoral. En los años treinta se implementó, de igual forma en Nueva York, el primer sistema de máquinas de palanca, un método que ha subsistido con el paso del tiempo. No sería hasta los sesenta cuando vieron la luz las primeras máquinas de perforar inspiradas en la tarjeta perforada de IBM, también utilizadas actualmente. El siguiente avance vino de la mano de los bubble ballots, escaneados ópticamente y las máquinas de grabación electrónica directa (DREVM). Estas últimas, cabe apuntar, no superaron los requisitos en cuanto a seguridad en su intento de implementación en 1993 en la ciudad de Nueva York. Hoy en día, en Estados Unidos se utilizan en distintos grados los mecanismos de voto electrónico junto con sistemas manuales.

Pero no es Estados Unidos el único país impulsor del e-voting, desde el desarrollo de tecnologías como las mencionadas hemos presenciado una oleada progresiva y generalizada de intención de desarrollar variantes del voto electrónico, llegando incluso a crear un marco legal ad hoc.

En Europa también se registran hitos en cuanto a la aplicación de dichas tecnologías. El País Vasco es una nación precursora del ámbito y se rige desde 1998 por una legislación electoral que permite explícitamente el uso de voto electrónico; otras comunidades autónomas como Cataluña o Galicia también han experimentado innovaciones en esa dirección. Francia destaca por su prematura legislación sobre máquinas electrónicas (1969) y experiencias e-voting con el apoyo de la Unión Europea. En Noruega y Dinamarca encontramos máquinas de lectura óptica desde hace más de una década. Por último, Bélgica avanza señaladamente hacia una inmersión completa en el voto electrónico, hace treinta años que utilizan un sistema mixto en el que se identifica a los electores de forma tradicional pero se les proporciona una tarjeta magnética que permite realizar el voto mediante un puntero láser para más tarde introducirla en una urna clásica como resguardo electoral. Además sus documentos de identidad portan un chip con certificados digitales para la autentificación del documento y la firma, su adaptación para efectuar el proceso de identificación electrónicamente supondría el punto de inflexión en su completa ejecución.

En India, la introducción de máquinas electrónicas, aunque restringida territorialmente, han mejorado tremendamente el proceso electoral; cada máquina gestiona el voto de 3.840 electores mientras que no más de 1.500 pasan por cada mesa tradicional.

El fenómeno del fraude electoral y la compra de votos han propiciado en algunos países de América Latina la introducción de voto electrónico, en México se crearon nuevas instituciones electorales como el Instituto Federal Electoral (IFE) y el Tribunal Federal Electoral (TFE) e instaló sistemas de transmisión automática de resultados como parte de su modernización. En Venezuela el 100% de los votos se recuentan mediante reconocimiento óptico de caracteres, para lo cual se tuvo de rediseñar el voto. Pero, sin duda alguna, el país puntero en e-voting de la región es Brasil, quien ha logrado una aplicación total de los mecanismos junto con una gran integración de los mismos por parte de los electores, más del 80% de los llamados a votar en Brasil han utilizado esta opción.

Por último, añadir a este respecto que ha sido habitual encontrar ciertos errores en la aplicación de estos mecanismos marcados por las prisas, el desconocimiento del software y la obsolescencia y coste de las máquinas.

¿Qué entendemos por voto electrónico actualmente?

Aquel que se lleve a cabo mediante algún dispositivo electrónico –donde se presenten las distintas opciones y permita su elección inmediata– automáticamente en una urna electrónica o una computadora. Definición que se integra sin problemas en los parámetros descritos por la Federal Election Commission (FEC) para el sistema de votación, “una combinación de equipos mecánicos y electromecánicos o electrónicos que incluye el software requerido para programar y controlar al equipo que se usa para definir las papeletas de votación; para recibir y contar votos; para reportar y/o mostrar resultados de la elección; y para mantener y producir información de auditoría. Además también puede incluir la transmisión de resultados sobre redes de telecomunicación”.

Automatizar el desarrollo, necesario en el proceso electoral, de un conjunto de acciones que exigen manejar un más que notable volumen de datos produce una serie de cambios en los materiales y los procedimientos: se eliminan el voto tradicionalmente entendido, el padrón impreso de electores, el acta electoral y sus traslados, la urna electoral, el voto por error y el resultado por confirmar; y se reduce el número de mesas electorales y sus miembros, colegios electorales, el tiempo de entrega de los resultados y el presupuesto público destinado al proceso electoral.

Tipos de e-voting

Las dos grandes categorías de voto electrónico son los sistemas de voto electrónico basado en papel y los sistemas de voto electrónico de registro directo, que incluye los sistemas de votación en red y en red asistido.

El sistema de votación basado en papel es el que emplea papel (tarjetas perforadas o sensibles a marcas), pueden registrar el voto electrónicamente pero los votos son emitidos y se cuentan mediante conteo manual. Con la innovación en el conteo mediante escaneo óptico y electromecánico o tabulación electrónica aparecieron sistemas en los cuales se podían marcar a mano el voto pero eran contadas electrónicamente.

El sistema de voto electrónico de registro directo (DRE; Direct Record Electronic) está basado en máquinas diseñadas especialmente con ese fin, que graban los votos emitidos desde una pantalla táctil o con botones en memorias removibles y una copia impresa (emitida normalmente al final). Durante el proceso de elección puede establecer conexión con otro dispositivo para consolidar e informar del desarrollo de los acontecimientos. Este sistema dota del manejo del voto exclusivamente al elector, no requiere papeletas y cuenta con un escrutinio preciso e instantáneo, no obstante, implica un cierto nivel de coste y debe ir acompañado con un programa informativo eficaz.

El sistema de votación electrónica en red asistido es presencial e interrelaciona un conjunto de computadoras que intervienen en el voto y el posterior escrutinio. Tras la identificación, se le asignará al elector una computadora (pueden ser perfectamente PCs, lo cual resulta familiar al elector) en la que seleccionará la opción deseada.

Y el sistema de votación electrónica en red no asistido, en cambio, tiene soporte en una plataforma de internet, por lo que no requiere de presencialidad, tan solo conexión a la red.

Los gastos asociados son notablemente menores a los de los anteriores tipos y consigue una extensión mucho mayor (incluso fuera del Estado), sin embargo, los problemas de seguridad han sido el principal motivo de su no aplicación en muchos casos. No se ha diseñado aún una fórmula que proteja al elector de la coacción o la compra de votos, fenómenos plausibles dadas las circunstancias.

Tipos de e-voting



Amenazas

El voto electrónico se desarrolla principalmente en proporción a la voluntad que hay en un país de adoptarlo, parece algo elemental, sin embargo, algunas variables ayudan a explicar verdaderamente la realidad existente:

La predisposición a adoptar medios tecnológicos (o su ausencia) es un factor relevante. En países como los europeos, en los que la población es algo más envejecida, algunos sectores se presentan reacios ante un mundo que les es prácticamente ajeno. Pero lo cierto es que tecnologías igual de hostiles se han instaurado en nuestro día a día sin mayor problema que la adaptación temporal, véanse los cajeros automáticos, los trámites administrativos o el uso del correo electrónico.

La confianza depositada en mecanismos que requieren de “fe” es otro de los elementos a tener en cuenta, típicamente el elector acostumbrado al modo tradicional de voto tiende a confiar de los mecanismo “tangibles” y desconfiar de todo lo que no deje rastro físico. Sin embargo, actualmente hay previstos medios que requieren de una igual o mayor fe, como el voto por correo, por lo que no debería ser extremadamente dificultosa la implantación del e-voting.

La presencia de analfabetización, casi irrelevante en occidente, no así en muchos otros países, conlleva una dificultad añadida para la modernización. A pesar de que es un argumento recurrido por los contrarios a la innovación electoral, las evidencias parecen apuntar que la riqueza visual que ofrece, no solo no perjudica a ese colectivo, sino que les beneficia.

La adopción de tecnologías inadecuadas a las necesidades, el abandono del proceso de modernización o problemas de infraestructura pueden convertir en contraproducente la estrategia del voto electrónico. Para solucionar estos posibles problemas debe darse un apoyo sostenido y consciente acompañado de respaldo experto en la materia.

La posible pérdida de empleos, un suceso plausible y a tener en cuenta como externalidad negativa. Pero no debemos perder la referencia, en la mayoría de los casos este es un coste relativo que va compensado (más o menos) con el empleo fruto de la instalación y mantenimiento del sistema.

La oposición política, una consecuencia previsible si tenemos en cuenta que los partidos más asentados y favorecidos por la estabilidad podrían ver afectado su lugar; y que con la introducción de algunas medidas, el electorado activo podría cambiar en proporciones con la inclusión de las franjas más jóvenes de la demografía. Aun siendo un hecho lógico, cuesta imaginar argumentos democráticos que viren contra la mayor inclusión de electores en el proceso electoral, por encima de los privilegios que haya aportado la situación anterior a alguno partidos.

El nivel de seguridad que asumen que tiene el voto electrónico, pues la desconfianza gira en torno a si el voto es realmente secreto, a la posible manipulación de los resultados, a la dependencia energética del sistema y a la comprobación del correcto funcionamiento del proceso. El grado de fiabilidad en este aspecto es suficientemente elevado, parece pesar más el aura de incredulidad que rodea al voto electrónico que el análisis riguroso de los hechos.

El marco legal, un requisito indispensable para dicho cometido. Para la correcta aplicación de medios tecnológicos en los procesos electorales se han debido de prever con anterioridad en el ámbito legal. Esto supone ciertamente un problema en caso de no encontrar apoyo mayoritario a nivel parlamentario, pero si, como hemos apuntado, ese apoyo es requisito previo, acomodar la legislación para el desarrollo no debiera ser problemático; sin mencionar que los países en los que la ley ya contempla o no prohíbe el e-voting no son pocos.

Los costes económicos no escapan de la crítica, mas, la adopción del voto electrónico puede incrementar al igual que puede disminuir los costes, en relación al sistema anterior, que, recordemos, no es ni mucho menos “gratuito”. Además, la inversión ocupa principalmente la primera etapa, la implementación, mientras que el mantenimiento es menor y puede suponer un ahorro al medio y largo plazo. Pero los costes o beneficios económicos no son los únicos términos a tener en cuenta en esta ecuación, ya que los beneficios no monetarios como la transparencia, la mayor inclusión o la mejora del “servicio” son más que relevantes.

Fortalezas

El voto electrónico, por otro lado, también cuenta en su haber con múltiples ventajas:

Permite, en prácticamente todas sus formas, reducir los procedimientos y recursos que conforman el día de la votación; el número de miembros de mesa, el conteo, el tiempo en obtener los resultados, la figura del voto nulo, etc.

Con un conteo mediante lectura óptica se imposibilita la subjetividad en la evaluación del voto, reduciendo el papel de los apoderados y la posibilidad de manipular (levemente o no) los resultados.

El elector puede verificar la elección realizada, sin embargo, aunque se impugnara la votación, ningún organismo de ningún tipo (tampoco electoral) podría conocer dicha elección.

Es evidente también el ahorro de los costes económico y ecológico al no imprimir papeletas electorales y certificados varios, además del despliegue policial que conlleva el trasporte de los mismos.

Otro hecho, para nada menospreciable, es la confianza de la que dota el e-voting a los electores que se encuentren fuera del territorio estatal, evitando cualquier temor a “errores” en el trámite electoral que dificulten ejercer tal derecho.

Por último, entendiendo que la intención de un sistema democrático participativo es articular una línea de gobierno con constantes intervenciones ciudadanas, el voto electrónico permite realizar consultas en cualquier momento con un ridículo coste marginal en comparación al método tradicional.

Conclusiones

La sociedad actual está inmersa en un constante cambio, el avance de las tecnologías y la globalización marcan los tempos. No parece sensato mostrarse reacio ante la voluntad de evolucionar, mejorar y transformar cualquier aspecto de la sociedad, puesto que resulta pernicioso anclarse. Especialmente ni el derecho ni la cultura democrática pueden permanecer ajenos a dicha evolución, el voto electrónico es un cambio sustancial del proceso participativo en el que se fundamenta el sistema democrático, no obstante, es un cambio a mejor, con sus imperfecciones y la voluntad de salvarlas en un futuro relativamente cercano.

Es nuestra obligación, como ciudadanos creadores y constituyentes de la cultura democrática, y la del derecho como estructura legal que debe adaptarse a la voluntad general en cada momento de su evolución, involucrarnos y trabajar en la adopción de un sistema de voto a la altura del momento.

6 de febrero de 2018

Creación y desmantelamiento del Estado del Bienestar


Tiempo estimado de lectura: 5 minutos

Tras el fin de la II Guerra Mundial en 1945, un conjunto de medidas keynesianas (correspondientes con lo que sería el welfare state o estado del bienestar) se abren paso con fuerza ante el, hasta el momento imperante, warfare state, el estado de guerra. Apoyados principalmente en el documental El espíritu del 45 de Ken Loach analizaremos la evolución que sufre la administración pública británica como reflejo de la situación europea en su etapa más amplia en derechos sociales y cómo esta ha sido desmantelada a posteriori con la llegada del neoliberalismo.



El Reino Unido hasta 1979

Creación del Estado del Bienestar

Una vez llegado el fin de la Segunda Guerra Mundial, Europa vivió un renacer consciente de los horrores que ésta había causado. Fue un momento clave, la sociedad británica había pasado unos terribles años de miseria, lo cual despertaba en ella una irremediable voluntad de evitar que alguien pudiera pasar por lo mismo en un futuro, el haber estado en la posición menos privilegiada del “contrato social” provocaba una fuerte solidaridad, incluso entre los que más tarde lograron mejorar su situación. Además, la URSS y su socialismo real parecían una alternativa más que viable al sistema del momento, actuaba así como polo de atracción para el resto de gobiernos europeos.

Éstos y otros motivos dieron pie a la victoria del Partido Laborista de Clement Attlee en las elecciones de 1945, sin duda, un punto de inflexión para la política social del Reino Unido. Los laboristas sentaron las bases del estado del bienestar británico en un periodo de 6 años, nacionalizaron el carbón (1947), los ferrocarriles (1948), la electricidad (1949), el gas (1949), impulsaron un plan de vivienda (1949) y crearon el National Health Service (Servicio Nacional de Salud).


Tras años de conflicto, la industria estaba dedicada al armamento y era necesario reimpulsar la economía. De nuevo se dieron las circunstancias necesarias, en este caso para construir el estado del bienestar.

Europa continental y su industria estaba derruida por lo que el Reino Unido pudo beneficiarse de su condición insular y el menor daño que eso conllevó para el país; había demanda de bienes manufacturados y los británicos resultaron ser unos firmes candidatos para solventarlo.

Con el objetivo de ocupar ese nicho de mercado, el gobierno laborista realizó una gran inversión en todos los campos antes comentados puesto que éstos son mayoritariamente monopolios naturales, es decir, bienes o servicios que resultan más conveniente que sean producidos por una sola empresa que por dos o más, puesto que el coste de la inversión inicial es enorme pero el coste relativo va disminuyendo con el tiempo. Hasta el momento, se vivían situaciones totalmente absurdas como el uso de distintas vías de ferrocarriles (según la compañía) o el alquiler de éstas y vagones por parte de unas empresas a otras.

Con la nacionalización se ganó en eficiencia, se mejoraron las condiciones laborales de los trabajadores (mucho mejor protegidos por el Estado que por el interés de la empresa privada, conseguir un máximo beneficio a costa de su trabajo) y se redujo el precio del servicio. Y como con los ferrocarriles, esto ocurría con el resto de sectores. Lo que los laboristas trataban de implementar era un sistema que acabara con la exclusión de un gran porcentaje de la población en los servicios básicos como pudieran ser la educación o la sanidad. El sector privado no es el adecuado para proveer y regular dichos servicios si lo que se pretende es una cobertura universal de los mismos.

Objetivos del Estado del Bienestar

El pleno empleo, mediante la intervención del Estado, la contratación del sector público y la expansión de la demanda; la creación e inclusión de una fuerte clase media, proviniendo de forma universal de servicios básicos para sacar de la miseria a distintas capas de la población y así elevar el mínimo nivel de vida; y la consecución de la independencia del individuo, hasta el momento estrechamente atado a la familia, que era la encargada de combatir los fallos de mercado, eran algunas de las metas a realizar.

El esquema era simple, una mayor concentración de los recursos en menos manos implicaba una mayor desigualdad y dicha desigualdad es el enemigo a batir para una nación solidaria y comprometida.

Sin embargo, la cruda realidad es que un amplio desarrollo del estado del bienestar solo es posible en contexto de crecimiento económico puesto que el coste del susodicho es enorme. En épocas de crisis económica ese sentimiento de solidaridad puede ponerse en tela de juicio argumentando un excesivo coste del sistema social, la población tiende a envejecer y los que en su día fueron claramente beneficiarios de su redistribución ahora son quienes lo mantienen, cambiando con esto sus preferencias.

El Reino Unido a partir de 1979

Llegada del Neoliberalismo

A principios de la década de los setenta vemos como se empieza a gestar un cambio de la ideología hegemónica alimentado por intelectuales como Milton Friedman y la Escuela de Chicago. Un ideario liberal en pro del libre mercado, el individualismo y el mito del self-made man, era el que defendían esta nueva oleada de pensadores. Además, la industria europea continental ya se había recuperado y había una notable crisis de sobreproducción.

Cuando dicho ideario llegó, de facto, al Reino Unido lo hizo de la mano de Margaret Thatcher. La candidata del Partido Conservador obtuvo mayoría en las elecciones generales de 1979 y con ello puso en práctica lo que acabaría por conocerse como thatcherismo, un conjunto de medidas y políticas que revertían por completo lo construido por el partido laborista hasta el momento. Para Margaret Thatcher el estado del bienestar británico había precipitado al país hacia un declive económico y social del que había que salvar cuanto antes.

Para realizar tal “hazaña”, la entonces ya primera ministra del Reino Unido, emprendió un polémico camino hacia la liberalización del mercado y la mínima interferencia del Estado en él. La privatización de las empresas públicas fue uno de sus hitos, el gas, el agua, el acero, etc., en menos de diez años la propiedad de todas estas empresas cambiaron a manos privadas.

Si se trataba de reducir el desempleo, encontramos el ejemplo de las minas de carbón, con la privatización los salarios disminuyeron, el despido se abarató y el empresario tenía plenos poderes para mangonear a miles de trabajadores. Por supuesto, el debilitamiento de los sindicatos, uno de los objetivos principales de Thatcher, tuvo mucho que ver al respecto.

La destrucción de los lazos de solidaridad y asociación fueron decisivos en la lucha de los trabajadores británicos por sus derechos y puestos de trabajo. Tal y como se expone en El espíritu del 45, las minas de carbón del Reino Unido pasaron de ser 184 en 1983 a tan solo 14 poco más de once años después. Los resultados de dicho fenómeno son evidentes, un aumento del desempleo en esas ciudades que además no fueron compensadas con nueva industria por lo que los antiguos trabajadores del carbón se vieron desvalidos ante la nueva y desesperante situación. El desempleo aumentó pero el beneficio de los propietarios de las empresas carboneras no decayó.

El National Health Service (Servicio Nacional de Salud) fue blanco también del thatcherismo. Si bien es cierto que no ocurrió tal y como con los sectores de telecomunicaciones, agua o gas, se empezó a introducir la lógica neoliberal en ámbitos como la contratación de empresas privadas para el housekeeping de los centro sanitarios. La realidad es que el ahorro generado por la contratación del presupuesto más barato para el mantenimiento acabó por contrarrestarse con los gastos que conllevaban la atención y cuidado de los pacientes que enfermaban por el pésimo trabajo realizado en salas de quirófano y demás.

Estos dos ejemplos son tan solo una pequeña muestra de la realidad neoliberal que Margaret Thatcher conllevó para el estado del bienestar británico. Para su gobierno, el Estado debe olvidarse de ser el benefactor de los trabajadores frente al libre mercado ya que esto impide al mercado autorregularse correctamente, por ello se busca desmantelar el estado del bienestar como se le conoce limitándolo a un sistema de transferencias universales austeras, ayudas con comprobación de rentas (en ningún caso universales) y subsidios con respecto al mercado. Resulta difícil de explicar este comportamiento si no se tiene en cuenta la idea ultraindividualista neoliberal, que en sus últimos términos da pie a afirmaciones como que el hombre pobre lo es por falta de voluntad de trabajar y esforzarse, por lo que ayudar a estas personas no hace otra cosa que alimentar su dependencia y holgazanería.

31 de enero de 2018

Sexo: ¿Biológico o cultural?


Tiempo estimado de lectura: 10 minutos

El sexo, el género, binario o no binario, fluido, etc., tras el auge de luchas como la feminista o por la libertad sexual, muchas han sido las realidades de este tipo que se han puesto sobre la mesa. En esta ocasión nos acogeremos al hilo del sexo para tirar de él y descubrir como se conecta con el resto de conceptos.

La distinción dicotómica del sexo en cuanto a un elemento cultural o biológico, suscita grandes cuestiones. A lo largo de la historia no ha sido tarea simple el hecho de poder determinar la sexualidad del individuo, y más aún en épocas contemporáneas, donde podemos encontrar mayores registros de casos complejos. El objetivo de este artículo es tratar la cuestión referente a si el sexo es un elemento determinado biológicamente o es una construcción social o cultural. 

¿Qué es el sexo biológico?


Desde el punto de vista de la biología, existen diferentes maneras de categorizar a un individuo según su sexo. Se pueden clasificar por cuestiones cromosómicas o genéticas, y por parámetros genitales. Mientras que a nivel genético es imposible que exista una modificación espontanea de los gametos, a nivel genital existen y se realizan intervenciones de extracción en casos de hermafroditismo, y modificación en transexualismo.

A priori, el sexo biológico es determinado al nacer casi por azar, tan solo puede existir una selección en una fecundación in vitro, en la cual podemos elegir el sexo del individuo descendiente.

Según el estudio de J. de Juan Herrero y de R. M. Pérez Cañaveras, podemos decir que “se denomina sexo al conjunto de características biológicas de un organismo que permiten diferenciarlo como portador de uno u otro tipo de células reproductoras o gametos (óvulos o espermatozoides), o de ambos (organismos hermafroditas). Entre los organismos animales existen dos grandes variedades atendiendo al origen de sus gametos: a) organismos gonocóricos (con dos tipos de individuos, atendiendo a sus gametos y características sexuales). En ellos podemos hablar de dos sexos, uno portador de los gametos masculinos y otro portador de los gametos femeninos, y b) organismos hermafroditas que son portadores de ambos gametos y por lo tanto de ambos sexos (hermafroditas verdaderos o sincrónicos)”

En cuestiones cromosómicas relacionadas, existen dos estructuras en el ser humano. Primero tenemos la pareja homogametica XX que pertenece al sexo femenino, mientras que en el sexo masculino existe un gameto X y un gameto Y. En los casos de intersexualidad, existen cinco tipos diferentes de configuración de gametos: intersexualidad 46 (XX), intersexualidad 46 (XY), intersexualidad 45 (XO), intersexualidad 47 (XXY) y por ultimo intersexualidad 47 (XXX).

En el caso de la distinción sexual según sus genitales, parece acertado citar a Anne Fausto-Sterling y su artículo "The Five Sexes: Why male and female are not enough". De este escrito podemos extraer lo que se consideran cinco sexos biológicos diferentes, teniendo al hombre y la mujer por los extremos, pasando por tres clases más de distinción sexual. Fausto-Sterling apela al concepto de intersexo o intersexual, para denominar a aquellos individuos que presentan hermafroditismo, que se encuentran en el medio de esta cadena de distinción sexual. 

Genitalmente el hombre presenta pene y testículos, y la mujer vagina y ovarios. Pero al hacer referencia a los hermafroditas, hay tres subgrupos aglutinados bajo el mismo rotulo. En primer lugar están los herms (hermafroditas "verdaderos") que presentan un testículo y un ovario. En segundo lugar los ferms (pseudohermafroditas femeninos) que tienen ovarios y algunos aspectos de los genitales masculinos, pero carecen de testículos. Y por último, los merms (pseudohermafroditas masculinos) que poseen testículos y aspectos de genitales femeninos, pero no tienen ovarios.

La modificación genital, en neonatos hermafroditas, responde a diferentes procesos de identificación sexual por parte de la medicina. La anatomía o la morfología genital será el marcador primero y principal para decidir el sexo futuro del recién nacido (Gregori Flor; 2006). La asignación responde a criterios de medidas de los genitales; es medicamente aceptable, para un neonato, un clítoris comprendido entre los 2 y 9 mm, mientras que en el caso de los penes será entre 2,5 y 4,5 cm (Kessler; 1998).

Definir el sexo de una persona hermafrodita responde a la necesidad impuesta culturalmente, como trataremos a continuación, en las sociedades occidentales entre otras, de pertenecer a alguno de las dos alternativas de la dicotomía sexual.

¿Qué es el sexo cultural?


En términos culturales usualmente el sexo está ligado a dos vertientes: sexualidad y género. Según Ó. Guasch y R. Osborne, la sexualidad es el cruce de la naturaleza con la estructura social. La sexualidad es un producto social. La expresión sexualidad humana es redundante ya que no es presocial ni está determinada por imperativos biológicos sino que responde a condicionamientos sociales. La sexualidad va más allá de la reproducción, ya que se ocupa tanto de gestionar la demografía de los grupos humanos como de mantener el orden social que los sostiene. 

Por otra parte, Judith Butler en El género en disputa sostiene, ante la clásica distinción entre sexo (biológico) y género (constructo social que encuentra sus límites en el sexo), que realmente dicha distinción carece de sentido, puesto que el sexo biológico es una suerte de relato ideológico sostenido por el discurso científico (en absoluto carente de intereses) y naturalizado para sacarlo del debate donde sí se discutiría el concepto de género. En la crítica de Butler, encontramos la discrepancia con la idea de que existan hombres y mujeres antes incluso de llegar a serlo socialmente, esto es, el sexo pre-discursivo y pre-sujeto.

En El segundo sexo, Simone de Beauvoir apunta que "no se nace mujer, sino que se llega a serlo", es decir, que no es el sexo biológico lo que te hace mujer, sino la obligación cultural en forma de género; por lo tanto, una mujer puede ser de sexo biológico no-femenino. Si para definir el sexo empleamos conceptos previamente cargados de ideología, no será posible, entonces, que dicho sexo sea pre-discursivo. No es que los pechos, el pene o la vagina sean una construcción social, como muchos han malinterpretado en Butler, sino que los significantes (las palabras) no representan a los significados (el cuerpo) de forma neutral, han sido construidos dentro de un paradigma de género y sexual binario.

Además de obedecer a un sistema injusto, las categorías sexuales o de género se presentan incapaces de incluir el fenómeno del sexo fluido o género fluido, puesto que tan solo funcionan con parámetros fijos (e inamovibles en la mayoría de casos). La referencia a Lacan es inevitable, para el pensador francés las imágenes mentales (asociadas a palabras) y especialmente las palabras limitan infinitamente la esencia de las cosas, no obstante, asumimos esa limitación para beneficiarnos de su operabilidad, porque son "útiles". No obstante ¿qué ocurre cuando la palabra no define la esencia? ¿qué pasa si la palabra hombre es la que me define para los demás, pero lo que yo siento no corresponde con lo que representa la palabra hombre, sino con la palabra mujer o con ninguna de las dos (género ambiguo)? Lamentablemente el como yo me sienta (identidad imaginaria) estará siempre supeditado al yo para los demás (identidad real), puesto que por mucho que yo me sienta rey, si no lo soy para el resto, no soy un rey, sino un loco, como bien dice Zizek.



A la relación que presentan el sexo y el género (en caso de ser cosas distintas) se le sumará la sexualidad y/o el deseo. Aunque en los últimos años en algunos lugares es menos frecuente, encontramos en el imaginario colectivo una relación de coherencia entre dichas características, es decir, se piensa coherente que alguien de sexo biológico masculino, sea hombre y heterosexual; en cualquier caso, más coherente que alguien de sexo femenino que sea hombre y le atraigan los hombres. Esta supuesta coherencia que incita casi a deducir de un elemento el siguiente, es tan solo herencia cultural, un rasgo inculcado.

Y para rizar el rizo, Butler apoyándose en la idea nietzscheana de sujeto y predicado, en la cual el individuo no es quien es, sino lo que hace; extrapola el concepto asumiendo el género como performance. El género es la acción, no el sujeto. Un individuo es hombre  o mujer cuando se comporta como tal; si para Simone de Beauvoir la mujer no nace, se hace; para Judith Butler la mujer es quien hace como mujer.

Escrito con G. Altamirano
Licenciado en Sociología y Maestría en Análisis Político y Asesoría Institucional por la Universitat de Barcelona, Colaborador del Grup de Recerca de Estudis Locals (GREL).

24 de enero de 2018

¿El sistema político internacional es unipolar, bipolar o multipolar?

terrorismo

Tiempo estimado de lectura: 5 minutos

La estructura del sistema internacional actual es un concepto operativo muy útil para la clasificación y el estudio de la realidad mundial. Precisamente para dar respuesta a una serie de cuestiones esenciales relativas a la distribución de hegemonía y capacidad de influencia de los actores en el susodicho escenario,  Esther Barbé (2007, 200-203) ha descrito tres modelos según el número de potencias hegemónicas.

Sistema político internacional unipolar

Éstos son, en primer lugar, el sistema unipolar, en el que una sola potencia ejerce el control sobre el resto puesto que posee el poder de coerción de forma exclusiva; además sus valores serán impuestos. El sistema en cuestión es estable por definición, reservando la posibilidad de cambio en caso de erosión (interna o externa) de la potencia imperial.

Sistema político internacional bipolar

En segundo lugar, el sistema bipolar, una tipología de sistema en la que la hegemonía es compartida entre dos potencias que sumadas igualan o superan la capacidad del resto de actores en conjunto. Puede darse heterogeneidad u homogeneidad en los valores dependiendo si los comparten o no las potencias imperantes. La estabilidad estará asegurada siempre que haya equilibrio entre éstas y su erosión o enfrentamiento no sea el suficiente. A pesar de que la realidad de la Guerra Fría es algo más compleja que eso, encontramos autores que califican de bipolar el sistema comprendido entre el final de la Segunda Guerra Mundial y la caída de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

Sistema político internacional multipolar

Por último, Barbé tipifica un posible escenario denominado sistema multipolar que responde ante el equilibrio de varias potencias de similar capacidad de influencia. Fruto de este equilibrio puede darse la homogeneidad o heterogeneidad en los valores, sin embargo parece más probable la discrepancia cuanto mayor sea el número de actores predominantes. La estabilidad resulta del recelo de unas potencias a otras manteniendo la igualdad y ejerciendo si es necesario el uso de la fuerza para garantizarla. La autora apunta a la Europa de los siglos XVIII y XIX como ejemplo histórico de sistema multipolar.

Una vez identificadas las categorías, tratamos de encajar el sistema internacional contemporáneo en alguna de ellas pero su complejidad característica imposibilita hacerlo.

Tras el final de la Guerra Fría –e incluso durante ésta– vemos aparecer una serie de síntomas distintivos de una nueva etapa en la historia de la política internacional, la globalización. Al contrario de lo que muchos autores afirman, ésta no es un hecho único en la historia, en el pasado, el mal llamado descubrimiento de América, la esclavitud, la locomotora y barco a vapor o el telégrafo fueron otros fenómenos que supusieron un impacto inconmensurable (Ferrer, 1997, 12). Sin embargo, la influencia de la globalización es suficiente como para obligarnos a cambiar el esquema de análisis, siguiendo el adoptado por Barbé (2007, 307), nos fijaremos en el plano militar, en el económico y en el global. Debemos hacerlo de este modo puesto que cada uno de estos ámbitos tiene una lógica distinta y no se entiende si no es por separado aunque asumiendo su total interdependencia.

El ámbito militar está determinado por una potencia en solitario, Estados Unidos, la fuerza bélica más poderosa del mundo, muy por detrás encontramos las otras cuatro potencias nucleares reconocidas en el Tratado de no-proliferación nuclear (Rusia, Francia, Reino Unido y China), India y Pakistán que demostraron su capacidad nuclear a finales de los años 90, e Israel y Corea del Norte (Sánchez, 2007, 43). Por tanto, podríamos afirmar que el sistema jerárquico internacional militar es unipolar con un dominio estadounidense en primera instancia y, en todo caso, multipolar si ampliamos el espectro de estudio por “la discriminación que implican los acuerdos de no-proliferación nuclear, que permiten a las cinco grandes potencias mantener su armamento mientras lo prohíbe para el resto de estados” (Sánchez, 2007, 43).

Si profundizamos un poco más en el tema veremos, de acuerdo con Barbé (2007, 312-315) tres hechos que nos llevan de alguna forma hasta este escenario. Pese a que el fin de la Guerra Fría y la descolonización parecían apuntar a la obsolescencia del concepto seguridad como estrictamente la defensa militar del estado, dando pie a uno en términos mucho más amplios incluyendo economía, derechos humanos y desarrollo; la cruda realidad es que Irak o Afganistán demuestran el auge del armamentismo, no solo en el nuevo enfrentamiento Estados Unidos contra los rogue states, sino también en zonas conflictivas totalmente inestables (Oriente Medio, Grandes Lagos de África o la antigua Yugoslavia) donde el estado soberano clásico no se ha consolidado y estalla la violencia por motivos económicos, étnicos, religiosos, etc., véase  el terrorismo (Sánchez, 2007, 49-60), enlace entre el plano militar y el global, que trataremos más adelante y no en profundidad por su extensión. Por último, la privatización a la que se somete el propio plano militar con máximos exponentes en los ejércitos paramilitares financiados por grandes potencias económicas con el objetivo de favorecerlas con su actuación.

En el plano económico es quizá donde el impacto de la globalización ha sido mayor puesto que se alimenta mediante los tratados de libre comercio, la creación de empresas transnacionales, la privatización de las empresas públicas y la desregulación financiera internacional (Mittelman, 2002, 37). Dicho fenómeno se ha traducido en dos pulsos, el protagonizado por el estado contra la globalización y ésta frente a la regionalización.

El primero de ellos se da por la tensión entre el control estatal fundamentado en la soberanía territorial, como bien comenta Barbé (2007, 316), y lo que supone la globalización, “la superación del territorio y del tiempo como marco de actuación por parte de los actores” (Arenal, 2002, 35). Ante esto encontramos el nacionalismo, “reacción y consecuencia de la globalización, en el sentido de buscar posicionarse como nación en el sistema internacional de forma que les sea más ventajosa” (Sánchez, 2007, 74).

El segundo tiene que ver con la integración económica regional que atenta –aunque menos que los estados–  contra los valores más extremamente liberales (en cuanto a libertad económica se refiere).
Además, dicha regionalización se ha concentrado en Europa Occidental, Norteamérica y Asia Oriental como foco de comercio e inversiones, lo cual supone un problema para el resto de zonas marginadas, la globalización, en términos económicos, no es ni mucho menos universal, de hecho, dicho sea de paso, siguiendo los cánones liberales trata a la desigualdad como algo natural.

La estructura económica internacional es multipolar, encabezada por las potencias clásicas y en breve también por los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudafrica).

En cuanto a la agenda global, no es otra cosa que los problemas que unen a diferentes actores (un gran número de ellos) y que requieren de una solución conjunta como puede ser el cuidado del medio ambiente, la lucha contra el terrorismo o la pobreza. No podemos obviar el aumento considerable que denota la participación “ciudadana”, activistas que mediante ONGs u otras plataformas han conseguido una mayor relevancia en la arena internacional (Barbé, 2007, 321-323). Sin embargo, la agenda global está estrechamente ligada a la Organización de Naciones Unidas donde predominan los países de las zonas mencionadas en la regionalización sobre el resto.

Podemos concluir entonces, que a pesar de no poder encuadrar la realidad internacional como un todo en los modelos descritos por Barbé, si la diseccionamos seremos capaces de identificar dichos patrones en los distintos planos. El sistema internacional militar responde ante una estructura unipolar (en segundo plano multipolar) con Estados Unidos al frente, el económico, claramente multipolar, se caracteriza por el liderazgo de los bloques regionales que actúan como unidades compuestas de estados, y el global, algo más anárquico y difuso, toma una estructura u otra según el issue a tratar aunque generalmente los líderes son los mismos que en el plano económico.

La teoría política internacional (véase Samuel Phillips Huntington) ha denominado a la susodicha estructura en alguna ocasión como sistema uni-multipolar, parece un concepto válido dadas las circunstancias.

19 de enero de 2018

5 propuestas para redireccionar al precariado

Tiempo estimado de lectura: 10 minutos

La trabajadora (entiéndase como el genérico de persona que trabaja) actual vive en un mundo globalizado donde, siendo una asalariada víctima de la precariedad laboral, tan solo podrá sentirse parte de un proceso económico, sin una identidad cultural a la que aferrarse, mitad universalista (ciudadana del mundo, cosmopolita, etc.) y mitad tribal (por la búsqueda de identificación con un grupo en realidades totalmente inmediatas y fugaces). Sometida al antojo de las fuerzas económicas que ya no dependen ni de ella ni del estado que la incluye, por lo tanto, tampoco de los políticos que cree elegir.

Debe batirse en duelo entre la laxitud y el relativismo de valores en constante cambio que plantea la posmodernidad por un lado, y los inexorables e indiscutibles marcos económicos que la asfixian. Siente la frustración de no sentirse realizada con el trabajo que desempeña a pesar de fingirlo por necesidad ante el falso divertimento del que la empresa ha revestido la barbarie y las exigencias de las redes sociales. Busca reconocimiento tanto económico como social en el cargo que ocupa, sin embargo es consciente del menosprecio y la servidumbre a la que ha acabado sometida. Falta de referentes (sanos) en los que mirarse, es arrollada por la atomización del individuo que junto con la ausencia de referencias mencionada incentiva la apropiación del relato difundido en los medios de comunicación de masas.

Para que el contexto descrito no derive en nihilismo y las trabajadoras sintamos que, al contrario de los postulados marxistas, la fase del capitalismo actual, a saber, la globalización, es la última etapa de la historia de la humanidad, debemos reinventar la vida del proletariado. Para ello debemos volver a empoderar al llamado precariado por Guy Standing (no aceptado aún por la RAE) para que logre recuperar el control sobre su vida y siéntase partícipe de la política. Por supuesto, en abstracto es fácil de escribir, por lo que he tratado de sintetizar en 5 directrices las reinterpretaciones fundamentales para que lo mencionado anteriormente pueda darse:

1. Reinterpretar la educación

Es prioritario realizar un giro sustancial en la visión que tenemos sobre la educación, especialmente universitaria, como comentaremos a continuación. El conocimiento ha dejado de ser un fin en si mismo para transformarse en una suerte de trampolín social que permita el ascenso. Lo que debemos buscar en la educación es la dignidad y el enriquecimiento personal porque es lo que con total seguridad puede aportarnos; puesto que la instrumentalización del saber acabará por matarlo (cualquiera que haya pasado por la universidad lo sabe).

Tras la dictadura, era habitual encontrar en las madres (entiéndase como el genérico de persona que tiene descendencia directa) la preocupación de ofrecer una educación superior  (de la que ellas no habían podido disfrutar) a sus hijas, muchas millennials se han convertido en las primeras personas en obtener un título universitario de su familia más cercana. Esto no podría haberse dado sin el incentivo institucional; desde la Administración más progresista se trató de cristalizar el ideal democrático en forma de igualdad educativa, ya que la igualdad económica (de oportunidades, es decir, equidad) escapa a la voluntad y capacidad de la democracia burguesa. Lo que pretendía ser una oportunidad para quien la quisiese, se materializó en a consciencia colectiva como una necesidad dando lugar a la masificación de las facultades restándoles calidad. 

Por su fuera poco, ni siquiera alcanzaron la universalización educativa (el nivel socioeconómico sigue siendo determinante), optaron por masificar el grado universitario hasta desvirtuarlo para crear la necesidad de postgrado, encareciendo estos últimos a la par.

En suma, la educación universitaria crea un espejismo de ascenso social que desaparece al toparse con 2 hechos frustrantes a los que los jóvenes tenemos que enfrentarnos, estudiar lo que no se quiere (cabe una crítica razonable al sistema de selectividad) y trabajar en lo que no se ha estudiado, sin obtener los réditos esperados. 
"La desproporción entre el nivel de las aspiraciones y la gratificación produce ansiedad y frustraciones en masa (Mannheim, 1953: 321)
Lamentablemente la introducción de un cambio sustancial del tipo descrito supondría un precio político inasumible por los partidos mayoritarios y de aspiraciones catch-all en España, por tanto, la solución no puede surgir de ellos, pero debemos plantearnos si deseamos, como apunta Sauvy, pastores graduados o graduados que sean pastores.

2. Redescubrir la información

La lucha gramsciana por la hegemonía, pasa indudablemente por la lucha contra los medios de comunicación de masas predominantes. Estos medios, acertadamente llamados de desinformación, promueven valores deleznables como el machismo, uno de los más evidentes quizá de entre una larga lista, o en el "mejor" de los casos reproducen una suerte de valores deseables deformándolos de tal forma que puedan adaptarse al sistema despiadado capitalista, es decir, volviéndolos casi irreconocibles; véase el feminismo como contraposición al machismo mencionado, un feminismo machista o pseudofeminismo (feminismo liberal).

Por otra parte, Barraycoa y Putnam sugieren una vuelta a la lectura en contra de lo audiovisual, pues  mantienen que aporta valores más deseables, cuanto menos, como un paso previo. La lectura supone la contención de la acción, la inversión a medio y largo plazo, lo que en economía sería el ahorro, promueve valores diametralmente opuestos a la posmodernidad, mientras que lo audiovisual implica inmediatez, consumo ipsofacto, si te gusta lo compras; y al igual que en la economía, los bienes más inmediatos suelen ser los que menos satisfacción nos reportan.

3. Repensar el ocio

La trabajadora actual no debe ni puede asumir los códigos de divertimento empresarial (un claro intento de lavado de cara que distraiga de la explotación que allí ocurre) como el ocio suficiente o necesario. Este divertimento no supone ni la cantidad ni la calidad del ocio óptimo para un individuo, puesto que el negocio es la NEGación del OCIO y no es posible su convivencia; en cambio, se deben alimentar la relaciones sociales al más puro estilo del Ágora que a tantos filósofos vio crecer, espacios de reflexión y debate que enriquezcan al conjunto. 

Hoy en día nadie quiere hablar de filosofía o política (en cualquier caso, tan solo de la menor de las políticas, la institucional). La absoluta mayoría de personas pueden enmarcarse en uno de los dos tipos de actitudes siguientes: la de pensamiento cero, "yo no tengo ideología u opinión sobre X tema / soy librepensador", es decir, que tienes la ideología u opinión hegemónica porque “el sentido común dominante es el sentido común de las clases dominantes"; o la de la posmodernidad, "yo pienso así (posverdad) y ni te atrevas a ponerlo en duda o discusión porque supone un ataque a mi libertad individual y derecho de opinión".

4. Volver a la pertenencia a un grupo

El Marxismo dota al trabajador de una visión global del mundo y la realidad que le rodea además del sentimiento de pertenencia a un grupo que marcha en favor del ritmo de la historia, en su misma dirección (a pesar de sentir cierta contracorriente coyuntural). 

Cuando esto se pierde con la caída de la URSS (la alternativa real al capitalismo) y la globalización junto a la posmodernidad acaban por destruir todo lo colectivo (la clase, los sindicatos, los partidos, las asociaciones, etc.) atomizando al individuo, el susodicho precariado (próximamente aceptado por la RAE) queda huérfano frente a dos caminos principalmente, dejarse llevar por la corriente, esto es la ideología hegemónica, claramente de corte neoliberal; o acogerse a una lucha, en cierto modo familiar, que pueda ganar, como la xenófoba de la nueva derecha radical.

5. Reconquistar el salario

Actualmente por el trabajo realizado se percibe un sueldo (originalmente, el dinero que cobra un soldado o mercenario), sin embargo, debemos recuperar el honorario (el dinero percibido por el honor y la dignidad del desempeño). 

No es nada nuevo para un marxista pero, el sueldo supone la cantidad justa y necesaria para que el proletariado logre sobrevivir y seguir siendo explotado, mientras que el honorario sería la cantidad correspondiente al valor del trabajo ejercido (sueldo + plusvalía).